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miércoles, 22 de diciembre de 2021

LAS EDADES (Y LAS RAYAS ROJIBLANCAS) DE ALMUDENA

“El Atlético me recuerda al Conde de Montecristo, al Capitán Ahab luchando con la ballena, a Dante… Es un equipo literario porque representa valores como la resistencia, la supervivencia o la terquedad”.

En cinco días se cumplirá un mes del fallecimiento de la célebre escritora española, Almudena Grandes. Reconocida dentro del mundo literario, así como en el cine, debido a las adaptaciones que se hicieron de novelas como las edades de Lulú, Malena es un nombre de tango, los aires difíciles, entre otras; lo cierto es que ella también es conocida dentro del universo del fútbol, ya que era una seguidora declarada del club de su ciudad natal, el Atlético de Madrid. No hace mucho, precisamente en la casa del equipo colchonero, se llevó a cabo un minuto de silencio para reconocer a quien tantas veces visitó el Vicente Calderón, el recinto anterior en donde jugaba el Atleti. Pero la afición de la escritora madrileña no se redujo solamente a asistir al estadio o a ver los partidos por televisión; en múltiples entrevistas, así como en su obra escrita, podemos encontrar incontables menciones al equipo de sus amores. “En mis libros siempre me ha gustado darle protagonismo a los personajes supervivientes: la mujer fatal, el aventurero solitario… La verdadera hazaña es sobrevivir y me gusta que sean resistentes, que no se rindan. Son virtudes que se identifican con el Atleti”. A pesar de que el fútbol no fue un tema central en la obra literaria de Almudena, pese a que podemos encontrar alguno que otro relato, sus historias situadas en el régimen franquista, en el entorno familiar o en las complejas calles españolas, comparten similitudes con el mismo.

De este modo, podemos ver a sus personajes encarnar los valores que ella le atribuía al Atleti, pero también artículos y columnas en donde el tema central sí era el fútbol. Este año, a propósito de la onceava liga ganada por el conjunto rojiblanco, escribió en el País una breve reflexión sobre su pasado y su relación con el equipo del Cholo. Comenzando con sus abuelos, su padre y su madre, la columna que lleva por título Bendiciones va describiendo el entorno familiar de Almudena, teñido irremediablemente por la pasión futbolera que despierta el enemigo principal de los merengues en suelo madrileño. La comprensión que ella tenía del estado emocional de los aficionados adeptos al Atleti se hace notar cuando dice que “pese a todo, contra todos, hemos vuelto a coronar una montaña, hemos conquistado una nueva escalera, hemos subido el trono de Neptuno para acunarnos amorosamente en su regazo”. Y cuando Almudena emplea el “hemos”, no se refiere a que ella estuviera físicamente en la cancha o en el banquillo del estadio Wanda Metropolitano; cuando utiliza este verbo lo hace para entremezclarse, para fundirse, con Diego Pablo Simeone, el escultor de los últimos años de gloria del equipo colchonero. Es claro, tanto para los seguidores del club como para los que no lo somos, de que el grupo comandado por el Cholo cuenta con un espíritu de lucha, entrega y solidaridad; convicciones que se identifican con el sentir de la afición, y del que de algún modo Almudena termina por abogar en su columna, finalizando la misma con un agradecimiento (un abrazo a uno de los suyos) para el técnico sudamericano.

Sin embargo, si en sus escritos no literarios la escritora habla de fútbol con la perspectiva que brinda la madurez, en los literarios se da el permiso de narrar desde otras edades. Es así como aparece en Estaciones de paso un relato llamado Demostración de la existencia de Dios, una historia que sitúa a un chico de quince años llamado Rafa, quien antes de un clásico madrileño se pone a conversar con Dios en sus pensamientos, tratando de descifrar si realmente se puede probar su intervención en la realidad, y de ser así, a favor de qué lado de la balanza actúa la propia divinidad. El texto comienza así: “Mira, Dios, ésta es tu última oportunidad, te lo digo en serio, y te lo digo ahora, cuando está sonando el himno, y luego viene el rollo de las fotos, y eso… Después, cuando empiece el partido, ya no hay trato. Quiero decir que ya no se puede cambiar, o sea, que lo que tengas que decidir, que lo decidas ahora, bueno, yo me entiendo, y tú también, ¿no…?” Sentado en la sala frente al televisor, con la cara pintada con franjas rojas y blancas, y mirando el juego junto a su padre, Rafa García comienza el hilo de sus pensamientos pidiéndole al creador que le conceda una victoria, sin goles en contra, a los colchoneros en el clásico de Madrid. Inmediatamente, esta petición queda derrumbada con la primera anotación de los merengues, situación que comienza a generar dudas al personaje respecto a lo que a él le han enseñado que es conversar con Dios. Sin embargo, a pesar del desencuentro inicial, el hijo de los García persiste en su afán, en el deseo que ha requerido a la divinidad; mostrando incluso cierto cuidado y pudor en la clase de pensamientos que tiene y en la manera en cómo se comunica con su interlocutor. En las oraciones que van surgiendo poco a poco en la cabeza de Rafa, puede advertirse el entorno que lo llevó a aquella plegaria, a veces más parecida a un reclamo o a una exigencia. El clima del hogar se encuentra ensombrecido y destrozado por la reciente pérdida de Ramón, el hijo mayor de la familia; quien, tras enfrentarse a un tratamiento de quimioterapia, así como a un trasplante de médula ósea en el cual participó el propio Rafa, termina falleciendo a causa de leucemia.

Como el propio personaje va mostrando conforme se desenvuelve la historia, la muerte de su hermano no es lo que lo orilla a distanciarse de Dios, sino la indignación y el dolor que le provoca la desgracia ajena. “Porque yo, desde luego, de los vuestros no soy, ya lo sabes… Desde lo de Vallecas”. Un hecho transmitido por televisión, un atentado provocado en los 90’s por la organización nacionalista ETA, es lo que conduce a Rafa a negar la existencia de todo orden superior y de la divinidad. Es en las escenas que aparecen del barrio madrileño donde el padre identifica a un conocido oriundo de aquella localidad, y al ver que su papá rompe en llanto, Rafa comienza a preguntarse sobre todo lo que se ha dicho del Dios cristiano. Pero los hechos de la vida del personaje le irán generando una especie de visión, de clasificación, entre quienes asume como “los suyos” y quienes llama “los otros”, entre los que tienen todo lo bueno en la vida y los que tienen que sobreponerse a las adversidades que les ofrenda la misma, entre ser madridista/culé y ser del Atleti. Mientras se va develando la interioridad del chico, el relato ofrece la vida después de la muerte de Ramón, con unos padres extraviados, fuera de todo lo que alguna vez habían visto Rafa, y su hermana menor, Mónica. En ese ambiente de derrota, incertidumbre y condena, transcurre el partido en la casa de los García, con un marcador que poco a poco se irá abultando a favor del club de Chamartín. Uno tras otro, los goles comenzarán a definir la manera en que Rafa se dirige a Dios, le proporcionará paulatinamente la certidumbre que ni sus padres ni su entorno le pueden brindar. El paso del ateísmo al de un creyente rencoroso es el que el personaje transita durante los minutos del encuentro. “El mundo está lleno de asesinos, dictadores, torturadores, fascistas de mierda, terroristas que ponen bombas en barrios como Vallecas y su puta madre, que salen por su propio pie de operaciones a vida o muerte a los 80 años, y mi hermano se murió a los diecisiete de una leucemia después de un trasplante de médula que no le prendió” […] “¿Por qué no le prendió la médula a mi hermano? Pues porque tú existes”. En retrospectiva, Rafa observa los acontecimientos de su vida y va conectando punto por punto hasta llegar a la conclusión de que la existencia de Dios es cierta, ya que el cúmulo de desgracias que viven “los suyos” no puede ser obra de la simple casualidad.

Con la claridad que se requiere para hablar de la adversidad, y muchas veces también de la derrota, las palabras de Almudena, ficticias o no, dieron vida a lo que constituye el sentir de todo aquel que se identifica con los colores del Atlético de Madrid. Ya fuera dentro de los espacios concedidos en medios de comunicación o en los lugares más ocultos de su imaginación, la escritora madrileña recreó de una y mil formas los valores que para ella parecen estar condenados a confrontarse hasta el fin de los tiempos: la comodidad ante la precariedad, la fortuna frente a la desgracia, la justicia contra la arbitrariedad, el sí contra el no. En ese escenario de lucha es donde Almudena, con quince o con 60 años, bajo su nombre o bajo el de alguno de sus personajes, manifiesta parte de sus obsesiones y les brinda un cauce, una salida combustionada por la rebeldía, la fortaleza y la resistencia. Ante lo irremediable que puedan parecer las situaciones cotidianas, ante la constante negativa que parece esgrimir la realidad en la vida de cada una de las personas, las palabras finales de Rafa abaten cualquier límite que se impone a nuestro paso: “por si después de todo resulta que existes, quiero decirte que te tengo calado, que ya sé quién eres, y con quién vas, porque siempre vas con los mismos, con los ricos, con los militares, con los terroristas que ponen bombas en barrios como Vallecas, con el Barza, y con el Madrid… ¡Ah! Y otra cosa. Escúchame bien. Ahora más que nunca ¡Atleti, Atleti, Atleeeti…!”.

 

GRACIAS Y HASTA SIEMPRE ALMUDENA

 

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 

martes, 14 de diciembre de 2021

¿TÁCTICA O CORAZÓN?

El fútbol es para suerte de los que lo seguimos de cerca, a veces, impredecible. Es fundamental entender que la naturaleza de nuestro deporte es un juego en conjunto, pero que a su vez se puede resolver por individualidades. De esquemas, movimientos, estilos de juego, todo –o casi todo– se ha dicho. Pero no importa cuánto se diga y se haga, siempre existirá la pregunta: ¿vale más la táctica o el corazón a la hora de jugar? 

La historia del fútbol mundial parece ser un paralelismo de la historia universal entre América y Europa. El proceso de colonización que vivió el continente americano llevó consigo un complejo sistema de jerarquías que fluctuaba entre países, pero mantenía una esencia en las sociedades colonizadas: una falsa idea de superioridad moral europea acuñada al proceso de destrucción cultural por el que fue sometido el pueblo americano.

De manera similar, se ha buscado establecer el cómo se juega al fútbol mundial siempre dependiendo de las vistas e ideas de la sociedad europea sobre la americana. Con una clara diferenciación entre los estilos de juego europeos frente a los latinoamericanos (sudamericanos, hay que decirlo), no podemos decir que hay un claro dominio entre un estilo de juego sobre el otro: sí, la táctica europea ha sido más ganadora, pero la garra sudamericana ha hecho latir el corazón del fútbol. 

 

Europa presentaba (¿o presenta?) a sus jugadores con clase, técnica encaminada hacia la labor colectiva. Sudamérica era representada por jugadores, por individualidades, fuertes y entrones. Los estilos, por lo tanto, se movían entre lo colectivo vs lo individual, el accionar del equipo vs el esfuerzo individual. Un antagonismo que hoy sigue vivo, con sus claras excepciones.

Hasta hace poco tuve la oportunidad de leer una carta que un padre le enviaba a su hijo, por allá de 1950, en el contexto del mundial de Brasil. Fechada el 14 de julio del 50 en Río de Janeiro, el padre emocionado comienza explicando como Brasil, en figura localista, fue apabullante contra España. Esa semifinal terminó 6-1 a favor de Brasil aún y con la expulsión de su lateral, Bigode, en el primer minuto del partido.

El padre continúa – de manera categórica– diciendo que el fútbol europeo se había terminado: que todos los principios de táctica, marca y esquemas defensivos, servían de nada para neutralizar a los sudamericanos. Sólo faltaba ver cómo terminaría la otra semifinal: Uruguay vs Suecia. Quedaba en los hombros del paisito demostrar que el fútbol sudamericano sería el último clavo en el ataúd del fútbol europeo, con tácticas que se diseñaron para neutralizar la garra, el corazón y la estirpe de lucha de los históricos cuadros del sur.

 

La carta termina con un ¡VIVA BOCA!, pero la historia terminó con un Maracaná de récord, con 200 mil espectadores, viviendo una de las tardes más malditas del futbol: el maracanazo. Una época donde el fútbol sudamericano dominó, algo muy distinto a lo que hoy se vive en el universo del fútbol: de los últimos 40 años (diez mundiales), siete se repartieron entre europeos y tres entre americanos (dos para Brasil y uno para Argentina). Lo que no se ganaba en la cancha, se ganó con reglas para buscar equilibrar el juego.

Por supuesto que el fútbol ha cambiado desde entonces, imagínense que incluso Barbosa – el arquero de Brasil en 1950 y el maracanazo – jugaba sin guantes y en su palmarés tiene seis dedos y tres costillas rotas. Los cambios en el fútbol han existido, agregando reglas, tácticas, funciones y hasta posiciones. Pero la pregunta de si la táctica es más relevante a la hora de ganar que el corazón, siempre existirá en el fútbol mundial.

La política de contacto en el fútbol se ha buscado disminuir a cero, imposible lograrlo, pero sí ha cambiado este bello deporte. Recuerdo frases de mi abuelo diciendo que los jugadores que rendían menos en el campo de juego eran mandados a jugar rugby porque el contacto ya lo conocían. Algo inverosímil hoy en día.

El fútbol moderno transmutó a un estilo de juego donde seguir instrucciones y tácticas personalizadas con cada jugador era necesario para alcanzar planes conjuntos: el individuo sólo era una pieza del conjunto. La probabilidad de ganar partidos es muy superior cuando se presentan planes conjuntos, pues el fútbol es por naturaleza un juego de once contra once. Pero con todo y eso, a veces los Dioses del fútbol le sonríen a los que más corazón le meten, aunque pierdan en el plano esquemático y táctico, aún y en nuestro nuevo fútbol.

Ejemplos este año hemos tenido varios, quizás el más impresionante habrá sido en la Champions League con un Sheriff que magulló a los merengues en su propio estadio, con un 76% de posesión del balón y once tiros a puerta. La táctica, pues, llevó a dominar todas las estadísticas, el volumen de juego y los acercamientos a la puerta del Sheriff, pero fue el corazón de los transnitrios lo que llevó a aguantar estoicamente los embates y ganar el juego. Ese grupo, pese a contar con la victoria en territorio blanco, se cerró con el Sheriff fuera.

La táctica siempre deberá ser la piedra angular de los equipos, poder sostener un estilo de juego que lleve a los jugadores a maximizar sus capacidades y, así, lograr ganar los partidos. La frialdad de la táctica rara vez está acompañada con el furor de la entrega, por ello resulta tan complejo contar con técnicos que recurran a la táctica sin dejar de lado el empuje. Y es que es claro, un técnico que busca consolidar el funcionamiento colectivo, requiere de jugadores enajenados en sus labores tácticas y que no canalicen sus capacidades en el derroche físico o en individualidades.

Esquemas tácticos donde existan individualidades, por supuesto que hay. El falso 9 que permite a un jugador flotar libremente en los bordes del área; la línea de 5 que requiere de un contención libre; el 4-4-2 con dos mediocampistas similares que dependan de sus arreglos in situ; o incluso el 4-3-3 que revolucionó el fútbol de los 70’s con la naranja mecánica, sus cambios de parados tácticos y su escuadra fluctuante gracias al pressing.

Pero más allá de todo esto, el fútbol resulta ser impredecible en ocasiones, sobre todo cuando los jugadores están capacitados para lograr cambiar el resultado con garra, esfuerzo y corazón. La esencia del fútbol, pues, recae en la incertidumbre. Esta la da el corazón y la táctica nos muestra el cómo se juega.

¿Táctica o corazón? Los resultados me hacen decir que táctica, el fútbol actual no se puede pensar sin ella. El roll del entrenador se ha vuelto fundamental en torno a proyectos ganadores. Pero pensar en un fútbol donde el corazón de un grupo, latiendo y pensando en superar adversidades ante un embate constante de los unos contra los otros, es sin duda lo que mueve al fútbol. Los partidos en donde ocurre esto son históricos, encuentros donde David puede vencer a Goliat. Juegos donde lo táctico es la arena de batalla y que nos brinda casi siempre enormes partidos: esta es la esencia del deporte.                                                                                             

 

 

 

            Escrito por Juan Sanz

 

 

 

jueves, 2 de diciembre de 2021

REPENSANDO EL NEGOCIO DE LA FMF: LOS DÓLARES QUITAN EL JUEGO

Como aficionados con conocimientos arriba de la media, sabemos que la actual posición de la selección de México en el octagonal no pone en peligro su clasificación a Qatar; e incluso si lo estuviera, los altos mandos de la Federación Mexicana solo pensarían en remover al “Tata” sí y solo sí, el negocio billonario con los patrocinadores estuviese en riesgo. Es decir, hay muchas cosas renovadas en la selección mexicana; además de su “moderno” escudo, nuestros amados directivos de la FMF han hecho bien su tarea de cabildeo para extender y/o afianzar un binomio estelar en materia de patrocinios.

La decisión de la FMF de cerrar un acuerdo millonario con LG en noviembre del presente año, significa un bono por clasificación a Qatar que se suma a las facturas de más de 500 millones de dólares al año para la “humilde” federación de CONCACAF. La cuestión y crítica no recae en el hecho de tener patrocinadores, es natural en el modelo del negocio contemporáneo a nivel selección; la crítica recae en el daño que se genera a nivel futbolístico. Cuando los directivos de una federación se extralimitan y ponderan las ganancias monetarias por encima de las futbolísticas, se cae en primer lugar, en la mediocridad publicitaria. Ya no falta mucho para empezar a ver comerciales prometiendo el quinto partido e incluso más. Comerciales que serán vistos desde millones de pantallas LG cuyas ventas fueron impulsadas por un escudo tricolor en su empaque. Y reitero, la esencia del marketing es una genialidad, pero, así como este servidor a medio escrito, los directivos de la FMF no han hablado ni hablarán de las capacidades futbolísticas de nuestros seleccionados de cara al mundial y cuáles son las verdaderas posibilidades de llegar a cuartos en la máxima justa del fútbol.

La selección mexicana vende, de eso no hay duda; y de eso se encargan los “big four”: Adidas, Coca Cola, AT&T y Banorte, los más fuertes de México. De ahí el punto en que el negocio es infalible, el “Tata” podrá mover grandes, pero no mueve a titanes. Además, la verde, con su contrato recién firmado con Kavak, se asegura cobertura mediática en casi todos los sectores empresariales. No podemos ignorar que es esta misma entidad en la que nuestro cancerbero Paco Memo es accionista. Y ahí va de nuevo, ¿hasta dónde son éticamente permisibles estos contratos? Sinceramente, este servidor cree que estos contratos billonarios más que beneficiar, afectan el rendimiento y las aspiraciones tanto de directivos como de seleccionados nacionales. Si tan sólo con el contrato de Adidas, renovado en 2019, se especuló una suma de 140 millones de dólares para la FMF, no podríamos ni imaginar lo que cada jugador y/o directivo recibirá al asegurar el pase a Qatar. De ahí que no haya un mayor incentivo monetario lo suficientemente fuerte como para motivar al futbolista mexicano a dar más que lo suficiente para demoler a tres cuartos de CONCACAF y asegurar un boleto. La bendita providencia de estar en una confederación tan débil, combinada con la “buena voluntad” de la FMF de cobrar siempre en dólares, es una combinación infalible para los de cuello blanco; misma que ha premiado y premiará el “ya merito” de cara al quinto partido.

Al final, no podemos ignorar que la franquicia de la selección mexicana seguirá siendo un negocio, pero tampoco podemos ignorar que este esquema de “good business in dollars” está matando cualquier incentivo futbolístico para mejorar el nivel de la verde. Evidentemente hay más variables que han afectado, y afectan el desempeño de la selección, como la integración de la Liga MX, el tema de los extranjeros y las fuerzas básicas; pero esta variable, a cortesía de la iniciativa privada, si debe repensarse para darle un giro subordinado al desempeño de nuestro equipo nacional. Condicionar los bonos por no ser cabeza de grupo en Qatar sería un buen inicio; que además de asentar un golpe de realidad, pegaría donde duele, en el holgado bolsillo de los grandes de la FMF.

“El dinero te permite vivir mejor, pero no es lo que me inspira, yo vivo para jugar al fútbol no por sus beneficios económicos, además juego por el equipo y no para mí mismo”. Leo Messi

 

 

 

 

            Escrito por José Carlos Quintal

 

 

  

martes, 30 de noviembre de 2021

EL CAMPITO URUGUAYO: LA CANCHA DONDE LA PELOTA CORRE A LA VELOCIDAD DE LA MUERTE


La literatura tiene muchísimos ejemplos de aproximaciones entre ella y el fútbol. Algunas de esas interacciones se deben a la afición y simpatía que despertó este deporte en los escritores, los cuales han narrado situaciones relacionadas al mismo en sus relatos, otros lo hacían por la necesidad de ilustrar circunstancias de la cotidianidad que se escenificaban en el contexto del fútbol, y otros, simplemente porque querían hablar de un suceso en particular. Es en esta última clase de interacciones que encontramos, quizá, a la primera de las ficciones que se escribieron sobre el fútbol. Digo “quizá” porque es difícil, y hasta fútil, conocer y afirmar categóricamente que algo ha sido lo primero en haberse realizado, pero podemos partir de que, dentro de cierta tradición literaria, Horacio Quiroga fue uno de los iniciadores de la ficcionalización del fútbol. El escritor uruguayo escribió en 1918, un año después de publicar sus célebres Cuentos de Amor de Locura y de Muerte, un breve relato titulado, Juan Polti, half-back; el cual narra la historia de un mediocampista de Nacional que, tras “gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria”, decide quitarse la vida al enterarse de que no volverá a ser titular con el cuadro del Bolso. Basado en un hecho real, el suicidio de un jugador charrúa en la década de los 10’s, la ficción de Quiroga apareció publicada en Atlántida, una editorial argentina, dos meses después del acontecimiento.

En cuanto a los hechos detrás de Juan Polti, half-back, el texto toma el fatídico final de Abdón Porte, un futbolista que pasó a formar parte de la historia de Nacional, uno de los clubes más grandes del paisito, precisamente por la forma en cómo decidió terminar, aunque también podemos decir comenzar, con el resto de sus días. Conocido en las canchas como “el Indio”, Abdón nació en 1893 en Durazno, Uruguay. Tras crecer al mismo tiempo que el deporte traído por los ingleses industriales, el cual iba comenzando a florecer en el país sudamericano, Abdón soñó con dar su vida por el fútbol. Fue así como debutó en un cuadro de la capital, Colón, para después ser transferido al equipo Libertad, y, finalmente recaer en el Club Nacional de Football. Con el Tricolor tuvo sus mejores actuaciones, destacándose como un medio de contención que, se dice, tenía un gran despliegue físico y un buen juego aéreo. Entre 1911 y 1918, Abdón disputó 207 juegos con la camiseta de Nacional y ganó varios trofeos, entre los que destacan cuatro campeonatos de liga, cuatro Copas Competencia, cinco Copas Honor, entre muchos otros; además de formar parte del plantel de la selección uruguaya que conquistó la Copa América 1917. Las buenas actuaciones, que dicen los que lo vieron jugar, le otorgaron a Abdón la cinta de capitán y los aplausos del público. Sin embargo, en 1918 las cosas cambiaron para él. La pérdida de la titularidad por la baja de juego que tuvo es una cuestión que no termina de quedar clara entre quienes se han referido a los últimos meses del futbolista: unas fuentes se refieren a que, sencillamente, su nivel de juego no era el mismo que había tenido en temporadas anteriores; otras indican que una lesión en un partido, un clásico ante Peñarol, lo fue marginando de las canchas y de la calidad futbolística que tenía en otros años; otras indican que mantenía cierta intermitencia en sus actuaciones, destacando incluso que su último encuentro lo jugó a un gran nivel. Sea cual sea que haya sido el verdadero motivo, la Comisión Directiva de Nacional decidiría utilizar en los siguientes partidos a otro jugador, Alfredo Zibecchi, para cubrir la demarcación del mediocampo del Gran Parque Central.                                        

El paso del saberse sustituible, mediante la decisión de la directiva, a pisar por última vez el terruño que tantas veces Abdón defendió con todas sus fuerzas, es algo que se encargó de relatar, a manera de ficción, el excepcional escritor uruguayo. El texto comienza así: “cuando un muchacho llega, por a o b, y sin previo entrenamiento, a gustar de ese fuerte alcohol de varones que es la gloria, pierde la cabeza irremisiblemente. Es un paraíso demasiado artificial para su joven corazón”. Las primeras líneas del escrito de Quiroga nos dejan ver un aspecto recurrente en su obra, el tema de los paraísos artificiales. Podemos mencionar algunos cuentos como una estación de amor, el solitario, la gallina degollada o el almohadón de plumas; los cuales ponen ciertos ideales en el centro de la narración, tales como el amor, la belleza, la familia o el matrimonio. En estos relatos se advierte el anhelo desmedido de los personajes por existir en la idea que ellos ansían, en el paraíso que ellos mismos han escogido. Sin embargo, conforme avanzan los párrafos, se descubrirá que los habitantes de esas ficciones se encontrarán amenazados en su deseo, ya que la idea en que ellos se han empeñado en existir, pronto se verá asediada por las pulsiones humanas, enfermedades mentales, criaturas salvajes o, en el caso de Juan Polti, por la finitud física a la que está condenado todo lo que vive y existe. Una vez que la desgracia comienza a asomar sus ojos para reunirse con los personajes, podemos atestiguar la negativa absoluta por reconocer todo lo que no sea la idea a la que ellos se han aferrado con su propia vida. Es en el marco de esta obstinación, de esta ceguera, que se llevará a cabo lo irremediable, y bastará un pequeño tamborileo de dedos por parte de la realidad para que ese constructo en que tanto se han empeñado, se estrelle suavemente y termine por hacerse pedazos la idea en que creían existir los pobladores del universo literario de Quiroga.

“La gloria lo circundaba como un halo. -El día que no me encuentre más en forma, decía, me pego un tiro. Una cabeza que piensa poco, y se usa, en cambio, como suela de taco de billar para recibir y contralanzar una pelota de football que llega como una bala, puede convertirse en un caracol sonante, donde el tronar de los aplausos repercute más de lo debido”. Conforme avanzamos en el relato, podemos encontrar los elementos descritos anteriormente en los otros cuentos de Quiroga: la idea en que vive el personaje, la imposibilidad del mismo de existir fuera de los límites de esa idea, así como la amenaza que poco a poco va ciñéndose sobre el ideal del protagonista. Resulta intrigante la advertencia en lo referido al “caracol sonante”, ya que esa circunstancia de vacuidad que describe el autor, no se refiere a otra cosa sino a la peligrosidad de concebir una idea distinta a la que Polti se ha adherido por completo y que le permite al mismo entregarse de lleno a la realidad. Sin embargo, bastará que en ese horizonte de gloria aparezca la decadencia, y ante ella, la continua negativa a admitir que el físico de un futbolista no está exento de las reglas del deterioro y del desgaste, para que su destino cambie por completo. Si la idea que nos mantiene firmes en la realidad se va, comienzan entonces a germinar otro tipo de pensamientos, mismos que pueden terminar desembocando en la nada.

El suicidio de Abdón Porte aconteció el cinco de marzo de 1918 en el medio del campo del Gran Parque Central, el sitio donde tantas veces él había luchado como una fiera para hacerse del balón en posesión del rival. Existen distintas versiones sobre los días previos al terrible suceso: algunas se refieren a que su último partido se jugó el tres de marzo y que, tras una charla al día siguiente en casa de su hermano, decidió tomar la decisión final cuando le escuchó decir a este que él podía seguir sirviendo al Bolso desde otro sitio; otras indican que su última actuación se habría realizado el cuatro de ese mes, y que posterior al festejo del triunfo que realizó el equipo, Abdón se dirigió al estadio en la madrugada para pegarse un tiro en el lado izquierdo de su pecho. Esos días, así como los pensamientos que merodearon en su cabeza, son cosas que no sé si en algún momento lleguemos a saber, y que quizá sea mejor no conocerlas. El relato de Quiroga es uno de los tantos senderos que pueden recorrerse en la penumbra que antecede al final voluntario de una vida, sendero que el escritor uruguayo supo describir como una de las consecuencias que acontecen cuando una persona pierde el sentido que tiene sobre la realidad y la vida. A pesar del halo de terror que rodea el nombre de Abdón Porte, estos antecedentes no han hecho sino engrandecer su figura, al grado de que los seguidores del Bolso suelen colgar trapos en las gradas con la insignia “por la sangre de Abdón”, así como que el propio club construyó una tribuna para rendirle tributo. Esta efervescencia, aunado a las imprecisiones en los hechos de su vida, permitieron que la leyenda del half-back que dio su vida por Nacional se consolidara. Cuando encontraron su cuerpo fulminado, descubrieron dos cartas: una dirigida a un familiar y la otra al dirigente deportivo del club, José María Delgado. En esta última misiva, Abdón escribió unos versos, sus últimas palabras, para el equipo de sus amores:

 

“Nacional aunque en polvo convertido

Y en polvo siempre amante

No olvidaré un instante

Lo mucho que te he querido

Adiós para siempre”.

 

 

 

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 

jueves, 7 de octubre de 2021

LA HERRAMIENTA MÁS EDUCATIVA

Me encuentro leyendo una frase adjunta a una publicación en nuestra página de Instagram sobre el primer entrenador en ganar el famoso sextete, Pep Guardiola, que me regresó a aquellas épocas cuando perseguía el sueño de ser futbolista. La frase, de forma resumida, dice lo siguiente: “la herramienta más educativa que yo he tenido ha sido a través del deporte. Allí he aprendido a aceptar la derrota, que otro es mejor, a levantarme después de no haber hecho bien las cosas…”. Al leerla, me doy cuenta que de todas las cosas importantes que aprendí dentro de una cancha de fútbol, la más relevante fue fuera de ella. Parece poco intuitivo, por lo que, para agregar claridad al argumento, les contaré la historia de Rubén, mejor conocido como “el pelón”, y de cómo fue que le “regresamos” las piernas.

Esta historia inicia con la planificación semanal de entrenamientos de un equipo de fútbol. Como funciona normalmente es así: los lunes haces resistencia física, los martes resistencia a velocidad, potencia y un poco de tiro a gol, los miércoles espacios reducidos y técnica individual, los jueves interescuadras y, para cerrar la semana, los viernes ensayábamos jugadas prefabricadas con fútbol-tenis o jueguitos con la pelota. Por ello, los entrenadores nos instruían a utilizar tenis diseñados para correr, para la parte física de los entrenamientos, y zapatos de fútbol (mejor conocidos como tacos o tachones) para los ejercicios que involucraran el golpeo del balón.

Con este diseño semanal, aquel lejano lunes, Rubén demostró sus capacidades de resistencia física y lideró al grupo en todos los ejercicios. Se le veía fuerte, resistente y veloz, parecía que no habría cosa que lo pudiera detener. Pero entonces, llegado el martes, y, al momento de hacer tiro a gol de fuera del área, nos percatamos que no traía puestos sus zapatos de fútbol. Quien le haya pegado a un balón con tenis para correr, entenderá que es complicado ejecutar un cobro de buena manera con el metatarso del pie para que agarre efecto la esférica, o lo difícil que es levantar la pelota del suelo, por lo que solo te queda la opción de un golpeo fuerte y raso. Por esta razón que acabo de explicar, Rubén, ante la falta de opciones, falló varios tiros, mermando, aunque de forma marginal, sus oportunidades de iniciar en el once titular del fin de semana.

Llega el miércoles y el jueves y sucede lo mismo: vuelve a utilizar sus tenis para correr en los ejercicios con balón. Es, durante las sesiones de interescuadras del jueves, que me percato ante un resbalón de Rubén, por no tener la indumentaria adecuada para sostenerse con firmeza en el pasto, que hay algo raro. No solo algo raro, estoy casi seguro que sé lo que sucede, por lo que, acabando el entrenamiento, encuentro un breve espacio de cinco minutos para preguntarle a Rubén si de casualidad perdió sus zapatos de fútbol.

Después de mucho forcejeo, me confiesa que se los robaron, y no solo eso, sino que además no cuenta con los recursos suficientes para comprarse unos nuevos, por lo que lo único que le queda es utilizar los tenis para correr que le prestó su padre. El problema aquí no es solo que se encontraba en condiciones inferiores a los demás para poder pelear por un puesto titular el fin de semana, sino que sin los zapatos adecuados, es imposible alinear un partido de fútbol en el torneo que jugábamos, de la tercera división profesional.

Fue aquí cuando, luego de meditarlo mucho, le platiqué al preparador físico, quien le dijo al entrenador, quien se las ingenió para hablar con el capitán del equipo, quien nos comunicó a cada uno en privado que la intención era que cada integrante del equipo aportara 100 pesos la siguiente semana para conseguirle unos zapatos de fútbol a “el pelón”. Este fue el día que verdaderamente entendí lo que es el trabajo en conjunto. Cada jugador, sujeto a sus distintas restricciones, encontró la manera de obtener el dinero. Algunos tuvieron la facilidad de tenerlo a la mano; otros, como quien escribe estas líneas, se prepararon su propia comida para no gastar en la tienda del colegio; mientras que la mayoría decidieron salir temprano de su casa para evitarse el cobro del taxímetro e ir a entrenarse con el equipo. De esta manera, todos, a su forma y sujetos a su nivel socioeconómico, empujaron en la misma dirección hacia una causa tan noble como permitirle practicar a “el pelón”, de forma digna, el deporte más lindo del mundo.

Es imborrable para mi memoria el cambio de emociones que presentó la cara de Rubén al abrir una caja con unos zapatos de fútbol con los colores de su equipo favorito, el Barcelona en ese entonces, y, con lágrimas en los ojos, decirnos: “me han regresado las piernas”. Sin duda Pep Guardiola tenía razón, y estoy convencido de que el deporte sirve mucho más allá del campo, y más de lo que uno mismo cree.

 

 

 

 

            Escrito por Bernardo Romo

 

 

 

viernes, 24 de septiembre de 2021

LOS TRASPASOS DE SUDAMÉRICA QUE MARCARON EL MERCADO DEL FÚTBOL MUNDIAL

Los mercados de pases suelen causar revuelo entre los aficionados al fútbol, ya que casi siempre los fichajes tienen algo más que decir, además de la incorporación de un nuevo jugador en la plantilla de un equipo. Por ejemplo, la vuelta de un futbolista muy querido a un club donde dejó gratos recuerdos, como es el caso de Cristiano Ronaldo y su reciente regreso con el Manchester United; la incorporación de un jugador que fue estrella del equipo archirrival, como Luis Figo cuando pasó del Barcelona al Real Madrid o como Mario Götze cuando fichó con el Bayern München, mientras militaba en el Borussia Dortmund; o también, por la suma de dinero que se desembolsó para adquirir los servicios del futbolista. Es en este último caso que se ha venido trazando una línea de los fichajes que han roto los récords anteriores en cuanto al monto que gastaron los clubes por las compras. Casi desde que el fútbol se profesionalizó, los registros de las adquisiciones y de los traspasos guardan la memoria de cómo se fueron desarrollando los mercados de fichajes a lo largo del tiempo. A pesar de que la gran mayoría de las transacciones se concentran entre los clubes del Viejo Continente, la historia contempla situaciones de excepción que, por lo mismo, marcaron profundamente al deporte más popular del mundo. En los próximos párrafos hablaremos de las ventas de equipos sudamericanos que impusieron un nuevo récord en la cifra más alta pagada por un jugador, así como de la trayectoria que tuvieron los futbolistas en comento.

El primer caso corresponde al traspaso de un jugador entre dos clubes argentinos, Tigre y River Plate. Hasta ese momento, las compras y las ventas más caras de futbolistas se daban en la Premier League, pero en 1932 la dinámica cambió con la incorporación de Bernabé Ferreyra al cuadro de la banda roja. Según cifras de la BBC Sports, el costo del fichaje rondó las 23,000 libras esterlinas, batiendo la suma establecida (10,890 libras) por David Jack, cuando pasó a jugar al Arsenal proveniente del Bolton Wanderers. Considerado como la primera gran estrella que tuvo River, la Fiera, como también se le conocía a Ferreyra, ganó el primer título de liga profesional de la historia del club en el año de 1932. Precisamente, gracias a su fichaje, y al de otros grandes jugadores como el de Carlos “Barullo” Peucelle, el equipo bonaerense recibió el mote de los Millonarios. Además del título de liga mencionado, Bernabé Ferreyra conquistó otro campeonato de primera división en 1939, junto con varias copas domésticas, entre ellas: Competencias (1932), Campeonato y Oro (1936) e Ibarguren (1937); a nivel internacional, el Mortero de Rufino ganó la Copa Caldao en 1936 y 1937. Fue seleccionado nacional de la albiceleste y levantó la Copa América en 1937. En cuanto a logros personales, el centrodelantero ostenta el tercer puesto en la lista de máximos goleadores de River Plate, con 202 goles en 197 partidos disputados; lo que lo convierte, junto con Valeriano López y Arthur Friedenreich, en uno de los pocos jugadores de la historia de Sudamérica en tener más anotaciones que partidos jugados en primera división. Después de diez años jugando al fútbol, Ferreyra anunció su retiro con el cuadro rojiblanco en 1939.

La siguiente ocasión en que el pase de un futbolista proveniente de un equipo de Sudamérica rompió un récord de transferencia, fue con Juan Alberto Schiaffino, quien pasó de jugar en el Peñarol para incorporarse a las filas del Milan. Su transferencia se efectuó en 1954, por una cantidad cercana a las 72,000 libras esterlinas, cifra que superó el monto establecido por el Napoli cuando desembolsó 20,000 libras menos por el pase del sueco Hans Jeppson. Considerado como el jugador uruguayo de la historia, Schiaffino debutó con los Carboneros en 1943 y ganó cuatro campeonatos de liga (1949, 1951, 1953 y 1954); con el Milan levantó tres ligas (1955, 1957 y 1959), así como la Copa Latina en 1956; finalmente, con la Roma obtuvo la Copa de las Ferias en 1961. A nivel selección, el Mago es recordado por su destacada actuación a lo largo del Mundial de 1950 en Brasil y por ser uno de los artífices del Maracanazo, ya que fue él quien anotó el tanto del empate para que posteriormente la Celeste remontara el marcador y se consagrara campeona del mundo en suelo brasileño. En el Mundial siguiente celebrado en Suiza, Schiaffino fue una de las estrellas que llevaron a la Garra Charrúa hasta las semifinales del torneo, mismas que perdieron por marcador de 4-2 ante la Hungría de Puskás. Su paso por el Milan le permitió jugar unos cuantos partidos con el combinado italiano, así como ser considerado como el mejor extranjero que ha defendido los colores del equipo rossonero. En 1962, el Mago puso fin a su gran carrera futbolística.

El tercer caso también involucró al cuadro Millonario, pero esta vez como vendedor y no como comprador. Se trata de la transferencia de Enrique Omar Sívori, quien pasó de River Plate a la Juventus en 1957, por aproximadamente 93,000 libras esterlinas. La noticia trascendió las fronteras del medio futbolístico, debido a que el monto, unos diez millones de pesos argentinos, fue utilizado para cerrar el estadio de River, que hasta ese entonces contaba con tres gradas y era conocido como la Herradura. Con tan solo diecisiete años, Sívori debutó con el cuadro de la banda en 1954 y ganó tres títulos de liga (1955, 1956 y 1957). Una vez en Italia, formó uno de los triángulos ofensivos más letales del Calcio, al lado del galés John Charles y del italiano Giampiero Boniperti. Con el equipo de Turín también ganó tres títulos de liga (1958, 1960 y 1961), así como dos Copas de Italia (1959 y 1960). El éxito de Sívori en la Serie A fue tal que terminó siendo galardonado con el balón de oro en 1961, después de que se nacionalizara italiano, ya que en esos años no se entregaba el premio a jugadores nacidos fuera del Viejo Continente. Posterior a su etapa en la Juventus, el Napoli lo contrató y se convertiría en el precursor de Diego, en el “Maradona de antes de Maradona”. Las similitudes entre ambos jugadores eran tantas que los aficionados de antes solían decir que Sívori fue el primer hombre que jugó al fútbol como Maradona. Lo cierto es que además del estilo de juego, los dos astros argentinos pusieron en alto al sur de Italia. Con Sívori en el terreno de juego, el Napoli alcanzó los primeros puestos de la tabla y casi logra el campeonato en la temporada 1967-68, algo nunca antes visto en la historia del club. Otro hecho relevante del Cabezón es que jugó para dos selecciones: la argentina y la italiana. Con el representativo sudamericano ganó la Copa América de 1957, al lado de los famosos carasucias; con el combinado europeo disputó el Mundial de 1962 en Chile, pero no logró pasar de la fase de grupos. A causa de una lesión, el Cabezón tuvo que decir adiós en 1968.

Como casi cualquier lista de jugadores sudamericanos que se hace en el mundo, la de las ventas más caras de pases no podía completarse sin la mención de uno de los mejores futbolistas de la historia: nos referimos a Diego Armando Maradona. El Pelusa debutó con Argentinos Juniors a la edad de quince años, club en el cual comenzó a destacarse como uno de los mediocampistas más grandes que habrá de tener la Argentina. Con el Bicho consiguió erigirse cuatro veces como goleador de los torneos locales entre 1978 y 1980, además de quedar subcampeón en el campeonato metropolitano de 1980. Al año siguiente pasó a jugar a Boca Juniors, equipo en el cual sí logró coronarse en el torneo de primera división de 1981. Posterior al mundial celebrado en España, el récord de fichajes se volvería a romper con la compra del Pibe de Oro, ya que el Barcelona adquiriría sus servicios por la suma de tres millones de libras esterlinas. En el club blaugrana no tuvo el mejor de sus desempeños, pero se alzó como campeón de la Copa del Rey y de la Copa de la Liga en 1983, así como de la Supercopa de España del mismo año. Tras ser suspendido por un incidente en la final de la Copa del Rey de 1984, fue fichado por el Napoli por una cifra cercana a los cinco millones de libras, monto que rompió el propio récord establecido por él cuando salió del Xeneize para jugar en el fútbol de Europa. En esos años en Italia vendrían las actuaciones a nivel club y selección que marcarían para siempre el nombre de Diego en la historia del fútbol mundial.  Con el Napoli consigue, por primera vez en la historia del club, el título de liga y la Copa de Italia en la temporada 1986-87; la siguiente campaña logra quedar subcampeón del Calcio, al igual que en el campeonato 1988-89, pero en esta última conquista la Copa UEFA, el primer título continental del equipo; en su penúltima temporada con el equipo italiano, Maradona repite el campeonato de liga y la Supercopa de Italia 1990. Con la albiceleste realiza una de las mejores actuaciones de la historia del deporte en el Mundial de México 86, competición en la cual se consagra campeón; en la siguiente justa celebrada en Italia, el Barrilete Cósmico no tiene un gran desempeño, pero comanda a la selección argentina hasta la final del torneo, misma que perderá de último minuto ante la Alemania Federal dirigida por Franz Beckenbauer. Después de jugar en el Sevilla y de regresar a su país con Newell’s Old Boys, Diego dirá adiós al fútbol en 1997, vistiendo los colores del equipo Azul y Oro.  

En el último puesto tenemos al brasileño Denílson, quien fue fichado por el Real Betis en 1997, por aproximadamente 21.5 millones de libras esterlinas. Dicha cifra superó en dos millones la cuota de transferencia que pagó el Inter de Milan por el fenómeno Ronaldo. Denílson debutó con el Sao Paulo en 1994, donde inmediatamente ganó una Copa Conmebol ese mismo año. Sus actuaciones en la verde-amarela llamaron la atención de los equipos europeos, ya que con su seleccionado ganó la Copa América y la Copa Confederaciones de 1997, además de que fue subcampeón y campeón del mundo en las justas de Francia 98 y Corea-Japón 2002. Durante su estancia en el conjunto español, Denílson levantó una Copa del Rey en la temporada 2004/2005. Posterior a su salida del Betis, regresó a su país y ganó un campeonato paulista con el Palmeiras en el 2008. Después de deambular por distintos equipos alrededor del mundo, Denílson puso fin a su carrera en el 2010.

¿Sirven los datos y los números cuando hablamos de fútbol? Sí, por supuesto. Siempre resulta útil tener un soporte que ayude a dar claridad o a ordenar lo que acontece en el basto mundo de este deporte. Sin embargo, hablar de años y de cantidades nominales, de incrementos y de divisas, es solo una parte de lo que se vive en el fútbol. De ninguna manera se puede afirmar que conocemos realmente lo que es el juego de la pelota si no lo ubicamos en los contextos en donde se practica. Es por eso que es importante hablar de quiénes son los jugadores que están siendo transferidos y del significado que le imprimieron al balón con sus actuaciones a lo largo de sus carreras. La lista de nombres que componen las ventas más caras de futbolistas provenientes de equipos de Sudamérica no es extensa, pero sin duda es bastante rica y apasionante. Hablar de Schiaffino en Uruguay, o de Maradona o Sívori en Argentina, es referirse a algunas de las máximas glorias que ha dado el fútbol en esos países. Títulos del mundo o participaciones en equipos grandes de Latinoamérica o de Europa, esas son las dimensiones y los escenarios de los futbolistas que componen el presente repertorio; mismo que busca hacer honor al descaro y a la magia que han caracterizado casi siempre a los jugadores surgidos en el Cono Sur del continente.

 

* Debido a la opacidad (y por lo tanto, a las múltiples cifras manejadas en medios deportivos y por los propios directivos del club), así como a la compleja operación que representó el traspaso de Neymar Jr al Barcelona, proveniente del Santos de Brasil en 2013, hemos decidido no incluir su transferencia en el presente artículo. 


 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 



miércoles, 15 de septiembre de 2021

LO VERDADERAMENTE INALTERABLE

Me encontraba desayunando una mañana cuando de pronto, mi acompañante, me barre con los tachones a través de una sencilla pregunta: ¿Por qué te gusta tanto el fútbol? Ojo, posiblemente el lector podría considerar que dar una respuesta de bote pronto es sencillo, pero cuando quien te lo pregunta es una persona neutral, que no es hincha de ningún club, ni mucho menos que utiliza su fin de semana para ver partidos de fútbol, se complica la situación e invita a una reflexión más profunda.

Al respecto, estoy seguro que varias veces el lector, así como quien escribe estas palabras, nos hemos enfrentado a la titánica tarea de dar una explicación sin caer en ambigüedades, o, en conceptos muy generales. A una persona como estas no les basta un simple “porque es apasionante”, “porque es mucho más que un deporte” o salir jugando con el sencillo, pero catedrático, “te lo podría explicar, pero si no lo sientes, no lo vas a entender”. Estas personas buscan una respuesta fundamentada, que penda de una parte racional y no de sentimientos, por lo que, a través de estas líneas, me he dado a la tarea de plantear un argumento convincente y razonable, para dar a entender por qué me encuentro eternamente conectado con este deporte.

Para empezar, me gustaría explicar un concepto característico del ser humano: el cambio. Entrando en detalle, el concepto de cambio tiene como definición una acción o transición de un estado inicial a otro diferente, o también la acción de sustituir o reemplazar algo. Cuando uno crece, o, mejor dicho, cuando uno vive, surgen modificaciones diarias en nuestro día a día. Algunas son tan poco perceptibles para nuestras sensaciones, como el cambio de células en nuestro cuerpo debido al envejecimiento, o sufrir alteraciones diarias en nuestros pensamientos; mientras que otras son más perceptibles, como conocer nuevos amigos, descubrir nuevos lugares, cambiar de ciudad, etc. De esta manera, cada vez va uno pareciéndose un poco menos a su yo de ayer, aunque día con día pareciera que no existe variedad en nuestra forma de pensar, sentir o afrontar la vida, pero cuando el plazo es mayor, digamos, por ejemplo, previo a la pandemia del coronavirus hace año y medio, pareciera ser una mutación relevante en nuestro ser.

Quien haya llegado hasta aquí leyendo estas líneas pensará, ¿qué carajos tiene que ver el cambio con que veintidós jugadores persigan una pelotita con la intención de meter un gol en un rectángulo de 7.23 metros de largo, por 2.44 metros de alto? Pues aquí va mi contestación a la pregunta planteada en este escrito y espero dar la satisfacción y la calma que sentí yo al llegar, luego de veintiséis años, a esta respuesta.

En este sentido, para poder entender mejor mi respuesta, me gustaría que el lector lleve a cabo la siguiente meditación a la par que lee estas letras. Primero que nada, pediría que se acuerde de cuando era niño. Particularmente, de lo que sentía cuando agarraba una pelota que pareciera ser casi del mismo tamaño que su cuerpo y salía a la colonia a buscar a sus amigos y vecinos. Que recuerde como, cuando no había porterías convencionales, las construía a partir de dos árboles, arbustos, con piedras o, en su defecto, con cualquier objeto sólido que tuviera a la mano. Ahora, querido lector, dígame que cuando pisa nuevamente una cancha de pavimento, tierra o pasto, no siente exactamente la misma alegría y libertad que sintió al recordar ese momento que le expuse. Expréseme que no le dieron las mismas ganas de agarrar a la caprichosa y sacarla a pasear para intentar gambetear a todo el equipo contrario, por el puro deleite de aventarse a la prohibida andanza de la libertad como cuando era un niño. Es por esto que me encuentro tan íntimamente conectado con este deporte, porque ese sentimiento es lo único que pareciera mantenerse inalterable en nuestras vidas.

Por lo que, querido acompañante, no me malentienda, claro que el cambio es bueno y necesario, pero quiero creer que el ser humano necesita un lugar conocido a dónde volver cuando se pierde, y ese se encuentra dentro de nuestro concepto, tan basto y tan amplio, de lo que significa una cancha de fútbol.

 

 

 

 

            Escrito por Bernardo Romo

 

 

 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL CLÁSICO DE LAS ROSAS

Transcurrió el último día de transferencias y el Leeds United se llevó a una joven promesa de los Red Devils: Daniel James. “¿Qué importa?” diríamos algunos, de todas formas, el Leeds United ni siquiera es un rival directo, es más, ni candidato al título es. Pues el Leeds no pensó lo mismo las últimas tres veces que un jugador suyo pasó al United, mucho menos en el caso de Alan Smith.

Para nosotros, muy fuera de Inglaterra, además de muy jóvenes, puede que con trabajos y nos suene el Leeds, y eso quizá, por Marcelo Bielsa. Para los aficionados ingleses de los Red Devils y de los Whites, el partido tiene un tinte especial y un tanto histórico. En pocas palabras, Mánchester es Springfield y Leeds es Shelbyville. En muchas palabras, la rivalidad inicia por uno de los capítulos más importantes de la historia de Inglaterra, uno tan importante que le dio a George R. R. Martin y HBO, material suficiente para tener un par o más de temporadas.

En 1377, muere Eduardo III, rey de Inglaterra, dejando una vasta descendencia y mucha gente que busca apoderarse de su trono. Tres Casas Reales se pelean la corona, la Casa de Plantagenet, la Casa de Lancaster y la Casa de York. En 1399, Ricardo II de Inglaterra, miembro de la Casa de Plantagenet, es obligado a abdicar por su primo Enrique de la Casa de Lancaster y este último sube al trono como Enrique IV. Empieza la pelea por la sucesión entre las Casas de Lancaster y York. Comienza el periodo conocido como la Guerra de las Rosas, durante el cual se dan una serie de batallas por la sucesión del reinado. Su nombre viene de las insignias reales de cada una de las Casas: rosas rojas de la Casa de York y rosas blancas de la Casa de Lancaster (curioso que coincidan con los uniformes y apodos de ambos equipos). La guerra duró alrededor de treinta años, hasta que todos los herederos varones de ambas casas fueron asesinados. Al final, ninguno de los participantes ganó, pues ninguno se quedó con el reino y solo se dio entrada a la Casa de los Tudor, pero esa ya es otra serie de HBO.

Muchos años después, llegada la Revolución Industrial, las ahora ciudades de Yorkshire (Leeds) y Lancashire (Mánchester), se vuelven a ver las caras. Leeds se dice que es una metrópoli construida por la lana (de oveja), es por eso que algunos llegaron a decir que la ciudad proveía de ropa a todo el mundo. Pero entradas las máquinas, las fibras de algodón comienzan a ser más fáciles de trabajar y el viejo rival de Lancashire se vuelve el dueño, amo y señor de la industria, al punto de ser apodado “Cottonopolis”.

Termina la Revolución Industrial y comienza el juego de balón. ¿Por qué la rivalidad se da entre ellos? ¿Por qué no? Por años ha sido la ciudad rival y ¿por qué no odiar al mejor equipo de la metrópoli de enfrente? En 1906, se da el primer encuentro entre Leeds y Manchester United, pero es hasta casi 60 años después que Lancaster y York vuelven a ser rivales por una corona, no la de Inglaterra, ni la de la ciudad más rica o la más bella, sino por la gloria que significa conquistar la Liga Inglesa.

Manchester United estaba pasando por un periodo de éxitos de la mano de su ex jugador, Sir Matt Busby; pero el vecino no se quiso quedar atrás y aplicó la misma fórmula para ganar, contratando a su ex jugador, Don Revie. En 1965, se vieron las caras en la semifinal de la FA Cup, en un duro duelo que terminó con un empate y un partido de desempate que dio como vencedor al cuadro blanco. Leeds gana una batalla, pero pierde la guerra. En esa misma temporada fueron rivales directos por el título y los del equipo rojo terminaron venciendo. Al final de sus ciclos, el saldo fue de cinco títulos bajo el mando de Matt Busby, por dos bajo el de Don Revie.

Los setentas se vuelven una época en que los duelos entre ambos equipos no fueron tan relevantes dentro del campo, sino fuera de él. Grupos de hooligans se enfrentaron constantemente durante esta década. ¿Quién ganó? Nadie puede presumir de ganar cuando el hooliganismo causó tragedias en el fútbol, en más de una ocasión.

Después del descenso de los pavorreales, tuvieron que pasar veintisiete años, desde su último gran enfrentamiento, para que el duelo directo por la liga se volviera a dar, ahora venciendo los de York a los ex Lancashire. Seguramente dolió, pero los mancunianos darían los últimos golpes importantes de la contienda, a tal grado que la afición del Leeds todavía recuerda con rencor esos episodios que se dieron, a principios de los 90’s y de la década de los 2000’s, entre ambos clubes.

Tres transferencias se dieron de un equipo a otro que dejaron un amargo sabor a la afición: Eric Cantona en 1992, Rio Ferdinand en 2002 y Alan Smith en 2004. Imagínate darle a tu acérrimo rival un mítico multicampeón, continuador de la leyenda del número 7 en la historia roja; a su nuevo capitán, y que probablemente haya sido el último gran defensor del frente enemigo; y, por último, al jugador que besó tu escudo antes de descender y que se bajó del barco para llegar a ganar una liga que tú ni siquiera pudiste jugar por estar dos divisiones atrás. ¿Cómo no odiar al tipo con el que solías pelear en el patio escolar, y que años después, te viene a humillar con tres cheques y trece copas más?

La rivalidad es tan vieja que seguro pocos se han de acordar de dónde salió. Muchos no saben por qué odian al otro, pero saben que lo tienen que odiar. Si Daniel James resulta ser el fichaje estrella que buscaba Marcelo Bielsa, no solo el Leeds se va a vengar, sino que la gente de Manchester va a recordar a quiénes odiar y por qué los tienen que odiar.

Glory, Glory, Man United.

 

 

 

 

            Escrito por Enrique Macedo