Corría
el año de 1976, y en España no solo se respiraban los nuevos aires democráticos
después de la dictadura de Francisco Franco (1936-1975), sino que
también se respiraba una ansiedad tremenda para que algún equipo español
volviera a disputar una final de la Liga de Campeones. En concreto, la afición
del Real Madrid clamaba por levantar el trofeo continental y volverse a
proclamar como el rey de Europa.
Así es, en la temporada 1976 se cumpliría una década de la última vez que el equipo merengue levantó la Copa de Europa. Ante ello, el equipo de Miljan Miljanić enfocó todas sus baterías para apostar por la justa continental, por lo cual, motivó a sus pupilos a que dieran hasta su último aliento para darle una alegría más a la afición madrileña. De tal forma que, desde la portería resguardada por Miguel Ángel, hasta la defensa comandada por Benito y Camacho, pasando por el hábil Velázquez y el sobrio Vicente del Bosque en la media cancha, y rematando en la delantera con Amancio y el mortífero Santillana, sabían que la Liga de Campeones era el objetivo principal.
Por
ello, los merengues aplastaron a un modesto equipo rumano en los dieciseisavos de final,
pues les clavaron la nada modesta cuota de 4 goles en casa. Así, eliminando al Dinamo de Bucarest, el Real Madrid también superó a la revelación inglesa
que fue el equipo del Derby County con un global cerrado de 6-5 a favor del
equipo español, un marcador que reflejó la dificultad de la eliminatoria, pues
el Real Madrid tuvo que superar los 4 goles en contra que les marcaron los
ingleses en su campo. De tal manera que, para los cuartos de final, el choque
estridente entre el equipo madrileño y el Borussia Mönchengladbach levantó más de una ceja de preocupación para los
aficionados de ambos clubes, y fue más que justificado, ya que, con un global
empatado a 3 goles, el cuadro alemán quedó eliminado por los goles de
visitante que marcó el conjunto blanco.
Ante tal panorama, el Real Madrid llegaba a las instancias de las semifinales más por motivación al jugar en la cancha que por su brillante juego. Y para su suerte, le tocaría enfrentarse al poderoso equipo bávaro que no solo era el vigente campeón de Europa, sino que lo era también de las últimas 2 ediciones, y sobre todo, porque tenía un equipo de ensueño que era la base de la selección germana. En efecto, el conjunto del Bayern München contaba entre sus filas con Beckenbauer, Rummenigge, Uli Hoeness, Sepp Maier, Schwarzenbeck y con su estrella Gerd Müller, todos ellos le daban al equipo alemán no solo una contundencia envidiable, sino que también mostraban un estilo de juego avasallador.
Este escenario sería una epopeya digna de narrar en
el tono en que lo hacen las tragedias griegas, puesto que, se enfrentarían 2 colosos en la arena por saber quién era el rey de esta competición. Por un
lado, el Real Madrid presumía ser el amo de esta competición con 6 títulos
en sus vitrinas, y en la otra esquina, estaba el pujante Bayern München con 2 títulos en sus espaldas y con el tercero en camino si lograba superar al cuadro
blanco e imponerse en la final. La pelea sería entre el veterano campeón ante
el talentoso novato que quería arrebatarle la corona, un escenario que sería la
competencia entre ellos 2.
Sería testigo el estadio Santiago Bernabéu de tan esperada batalla, un estadio que vería como a los 7 minutos de jugado el partido de ida, el delantero argentino Roberto Martínez marcaría el primer tanto a favor de los blancos. Con ese gol tempranero, el equipo madrileño ganó la confianza suficiente para seguir con sus embates sobre la portería teutona, lo cual, estuvo a punto de rendir frutos, pues de las botas del mismo Martínez casi se logra conseguir el segundo tanto. Sin embargo, el buen juego exhibido por los merengues recibió un balde de agua fría, cuando minutos antes de finalizar el primer tiempo, el delantero estrella alemán Gerd Müller marcó el gol del empate.
Ya en la segunda parte, los 2 equipos salieron a
demostrar más el fuste físico que la exhibición de magia. Con un juego
entrecortado por las constantes faltas, y con entradas certeras que iban
subiendo de tono, esto se convertiría en el preludio de lo que sucedería minutos
después. Sí, el inicio de la fatalidad corrió a cargo del portero teutón que,
en un corte de balón, con el codo impactó el rostro del delantero Martínez, lo
que le provocó a este último una fractura de nariz que lo obligó a abandonar el
terreno de juego. Más aún, las constantes faltas e interrupciones del juego eran pasadas
por alto por el árbitro Erich Linemayr, quien minutos después de la lesión de
Martínez, no marcó un penal sobre el delantero merengue Santillana, lo que
causó la ira de no solo los jugadores blancos, sino también de la ansiosa
afición del Madrid.
Así, cuando se escuchó el silbatazo final del encuentro, como si se tratara de una trifulca, la afición saltó al terreno de juego para demostrar su descontento por el mal sabor de boca que les dejó el empate, e intentar acercarse al árbitro para mostrarle su enfado. Sin embargo, un seguidor se aproximó al árbitro no solo para decirle unas cuentas dulzuras, sino que en un momento de rabia le soltó un tremendo puñetazo al silbante, quien cayó al suelo de inmediato. El portero alemán sometió a este agresor y lo entregó a los oficiales de policía, quienes habían ingresado al campo para garantizar la seguridad. No obstante que se lo llevaron arrestado, apenas cruzaron la puerta de salida del estadio, lo liberaron en una clara acción por dejar impune a esta persona que se ganaría el mote de “El Loco del Bernabéu”.
En este escenario, los teutones salieron corriendo
de la cancha madrileña y los merengues estupefactos sabían que pagarían con
creces las acciones desatadas por su afición, pues no solo verían a su estadio
vetado para la siguiente temporada de la Liga de Campeones, sino que en el
partido de vuelta, serían testigos fieles de como los alemanes los echarían de
semifinales y ejercerían sobre los blancos, una hegemonía que duraría décadas…
Así, el “El Loco del Bernabéu” sería la punta del iceberg que dio inicio a
tremenda rivalidad europea, la cual persiste hasta nuestros días.
Escrito por Alejandro Olvera
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