Pages

Subscribe:

Entradas recientes

lunes, 15 de julio de 2024

CUANDO EN EL JOGO BONITO SE MIRA A LA MONEDA Y NO AL BALÓN

Los amigos del comercio y la política suelen ir de la mano, con mayor o menor frecuencia. Esta alianza aparece como uno de los elementos del relato El juego del muerto, del escritor Rubem Fonseca. Una historia ambientada en la dictadura militar de Brasil que presenta a cuatro prósperos comerciantes que se dedican a incrementar su patrimonio a través de toda clase de apuestas. Ya sea mediante el juego de cartas, las carreras de autos y de caballos, los concursos de belleza o el fútbol; el grupo de comerciantes apuesta el dinero y el tiempo que poseen de sobra para entregarse al éxtasis de conseguir ganancias de manera aleatoria. Sin embargo, uno de ellos, Anísio, comenzará a perder de forma continua.

Exento el grupo de personajes de los apremios que implican la cobertura de las necesidades primordiales, su móvil principal es el lucro en las apuestas. Cualquier aspecto de la realidad que no esté relacionado con sus establecimientos comerciales o sus juegos, resulta irrelevante. En este tenor, debido a las pérdidas económicas que padece Anísio, es como nace “el juego del muerto”. El asunto consiste en especular cuál será el número de asesinatos que el Escuadrón de la Muerte realizará en un mes. Estas agrupaciones, surgidas en Iberoamérica durante las dictaduras del siglo XX, tenían como tarea principal el exterminio de la disidencia política. En principio, los intereses de uno y otro grupo se mantienen por distintos cauces.

El problema surge cuando Anísio, harto de ver cómo su suerte se eclipsa frente a la de sus compañeros, decide adulterar los resultados de su propio juego. Dueño de un bar en el que suele jugar a las cartas con los otros comerciantes, el alucinado propietario recurre a un cliente que se dice que es un miembro del Escuadrón de la Muerte. Dispuesto a lo que sea por dar vuelta a su situación, le pide al supuesto integrante la ejecución de una niña y de un comerciante, los improbables pronósticos a los que él ha apostado, a cambio de una remuneración. El asesino acepta y al preguntar si hay algún preferente en la lista, Anísio le da el nombre de Goncalves, uno de los colegas que participa en el juego del muerto.

El desenlace del relato no puede sino culminar en un acto de irónica violencia. Una funesta carcajada cierra la historia de un grupo de comerciantes que disponen de unas condiciones muy superiores a las que presentan otros personajes de la narrativa de Fonseca. Sin embargo, lejos de mostrar una mayor libertad para aprovechar los recursos con los que se cuentan, vemos que estos hombres de negocios se encuentran encadenados al ánimo especulativo y a la falta de ética que suele asociarse con dicho gremio. Siendo así el orden del relato, no importa que el Estado otorgue favores al comercio, en el juego del muerto no se deja intacto a ningún fuero.

 

 

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 


jueves, 23 de mayo de 2024

EL MANCO RODRÍGUEZ ¿UNO DE LOS PRIMEROS PENSADORES LITERARIOS DEL BALOMPIÉ MEXICANO?

La liga profesional del fútbol mexicano se estableció en 1943, torneo en el que comenzaron a competir equipos como Club España, Asturias, Atlante, América, Veracruz, Moctezuma, Atlas, Guadalajara, entre otros. La mayor parte de los clubes eran de la capital, por lo que las primeras ediciones de la competición se disputaron en el célebre estadio Parque Asturias. En esa década, debido a los conflictos bélicos suscitados principalmente en Europa, la Ciudad de México acogió a un gran número de inmigrantes de distintas nacionalidades, principalmente de origen hispano. Estas líneas generales nos servirán como telón de fondo para explicar el cuento El manco Rodríguez de Enrique Serna.

El fútbol no es un tema central en la obra cuentística de Enrique Serna, algunas apariciones esporádicas se pueden leer en El matadito o en La vanagloria, pero, donde aparece con un poco más de relieve es en El manco Rodríguez. Este relato nos narra el exilio de un español y su familia en la capital mexicana durante los años 40´s. Eusebio Rodríguez, un empleado de cine, dispone de tiempo libre para pensar en los enfrentamientos armados que provoca la Segunda Guerra Mundial en Europa, dispone de menos para observar lo que sucede en su entorno. Pese a que Eusebio, su esposa y su hija, viven una situación sanitaria y económica deficiente, sus condiciones les permiten llevar una vida común en la Ciudad de México.

En el trajín de sus actividades, podemos apreciar que Eusebio se encuentra acorralado por los sistemas de pensamiento que él ha adoptado, muchos de los cuales motivan a los hombres en Europa a despedazarse en los campos de batalla. El manco, que primero fue anarquista para luego pasar a las filas del marxismo, pero que también cree en los gobiernos republicanos y que asume ciertos presupuestos “naturales” del fascismo que tanto desprecia, vive en constante pugna con las interpretaciones que hace de su propia vida y de los demás. La mente de Eusebio es una trinchera en donde tienen cabida todo tipo de ideologías antagónicas, la experiencia del personaje puede entenderse como una muestra de lo acontecido en el Viejo Continente con los sistemas de pensamiento durante el siglo XX.

Y es que la proliferación de los sistemas de ideas y/o filosofías que florecieron desde el siglo dieciocho fue considerable. La mayor parte de ellos tienen como objetivo principal la interpretación de la vida del ser humano y aunque esta afirmación vale para cualquier conjunto de ideas que pretenda dar un sentido a la totalidad de la experiencia humana; en esta situación, hablamos de múltiples corrientes de pensamiento, surgidas durante la modernidad, que provocaron un caos absoluto en muchos de sus adeptos. El transfuguismo de Eusebio parece razonable a la luz de la gran incertidumbre que ocasionaron los sistemas de pensamiento de aquella época. No sólo conviven en él el anarquismo, el marxismo, el republicanismo y hasta el fascismo; también podemos observar a un español nacionalista con ideas apátridas, a un elemento indómito que defiende la instauración de un orden.

La anécdota del cuento presenta encontronazos a Eusebio, en un café con compatriotas y en un telegrama, que lo dejaran reflexionando sobre el estado en que se encuentra y en la viabilidad de persistir en ese extenuante ejercicio de interpretación con base en las ideas que adquirió en su vida previa al exilio. Finalmente, derrotadas las ideologías en la cabeza del protagonista, se vislumbra un renacer del personaje con mejores posibilidades que las ya vistas; sin embargo, la historia concluye con un camión de pasajeros lleno de aficionados atlantistas que se dirigen a la cancha para ver un partido contra el Club España. Eusebio, que gusta del fútbol y que mira el furor de los seguidores, levanta el brazo sano que tiene y grita “Arriba el Atlante” mientras interpreta que aquella pasión desbordada sólo puede entenderse como el amotinamiento de las razas ancestrales originarias contra el destino, traído al presente por esos desaforados azulgranas que agitan con fuerza las banderas de su equipo[1].

 

 

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 



[1] El relato menciona al delantero Isidro Lángara, un artillero español que jugó en la década de los 40’s en el Club España. Es uno de los máximos goleadores de la historia con más de 450 goles en partidos oficiales.

martes, 7 de mayo de 2024

EL ALUVIÓN DEL CLÁSICO ROSARINO CONTADO DESDE LA NARRATIVA IRÓNICA DE ROBERTO FONTANARROSA

                                    “Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así.”

 

En el mundo del fútbol es muy común la mención del escritor argentino Roberto Fontanarrosa como uno de los autores que dieron espacio al balón en su obra literaria. Son varios los relatos que “el Negro” dedicó al fútbol, en este artículo nos referiremos a 19 de diciembre de 1971, un cuento que tiene como telón de fondo el clásico rosarino. La anécdota de esta narración relata las peripecias de un grupo de fanáticos de Rosario Central por influir en el resultado del encuentro de copa que se llevará a cabo en la ciudad de Buenos Aires.

Como sucede con muchos partidos que aparecen en la literatura, el encontronazo entre Rosario Central y Newell’s Old Boys acaeció en la fecha que da título al relato, en la semifinal del Torneo Nacional de 1971. A dicho encuentro desean asistir un grupo de hinchas que no conciben la idea de una derrota de su equipo frente al Rojinegro en el estadio Monumental. Entre los personajes del círculo, todos ellos de Rosario Central, se instala la idea que recorre a todo aficionado que va a una cancha, aquélla que persuade al seguidor de que los actos de aliento que haga o deje de hacer[1], tendrán repercusión en el desarrollo del partido. Es así como esta creencia que albergan los personajes aumentará conforme avanza la historia.

La forma en que esta creencia se va afianzando en la vida de los personajes es una manera de mostrar la importancia y el lugar que el fútbol puede llegar a alcanzar en la realidad de esa parte del Cono Sur. El vehículo que la creencia de los personajes encuentra para imponerse poco a poco en el relato es la superstición, el poco fundamento de la idea sólo puede encontrar alojamiento en cábalas y ritos seculares. Una vez que los fanáticos han hallado el cauce para desarrollar el pensamiento que los une, la superstición irá imponiendo su poder conforme nos adentramos en la anécdota. Es en este punto en donde el narrador, Miguelito, el Colorado y el Valija se ponen a recordar y a analizar cuál es el amuleto con mayor fuerza para llevarlo a la cancha el día del partido.

Al igual que una corriente fluvial que se sale de control, la superchería comienza a relacionarse con aspectos cotidianos de los personajes, aspectos que podrían desviar o detener el curso de la acción pero que sin embargo van a perder terreno. La ley, la estabilidad social, la salud, los grados de interacción y confianza, la verdad, la ecuanimidad, el trabajo, la inteligencia y la vida del ser humano son esos aspectos que rodean el plan de los hinchas, pero que no causan una reflexión en el actuar de ellos. El hecho crucial que detona la superstición es el artilugio llevado a cabo para trasladar al viejo Casale, un seguidor de Rosario Central que nunca ha visto perder al equipo, a la cancha de River Plate. Los fanáticos encontraron su talismán y, aun en contra de lo deseado por aquel señor, se lo llevaron en un ómnibus con dirección a Buenos Aires.

La trayectoria que sigue la siniestra acción realizada por los personajes se mezcla con lo cómico que resulta un plan tan disparatado que se ejecuta y funciona a la perfección. Las ironías del relato no quedarán excluidas del desenlace que, a pesar de concluir con una victoria del cuadro canalla, desembocará en una desgracia. Sentidos opuestos se tejen en un cuento que objetiva el sentimiento radical de los aficionados al fútbol, aquel sitio plagado de fantasías que el pensamiento muchas veces no logra controlar. La marea de la pasión futbolera cimbra las bases que permiten la vida en común dentro de una sociedad, en este caso de la argentina, las cuales pueden ser más o menos vulnerables ante el más o menos impredecible aluvión de estímulos sensoriales de los seguidores. Dicho lo anterior, no sorprende que el propio Fontanarrosa ponga en boca de uno de sus personajes que los más jóvenes le van al equipo que gana, aunque esto también puede ser una ironía más.

 

            PD: Entre los jugadores que salen como personajes, se menciona al Flaco Menotti y su estupenda actuación en la saga central de Rosario. Hoy no nos queda más que rendirle un breve homenaje a un hombre que cambió el fútbol. Descansa en paz, Flaco.

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 

 


[1] El aliento (aguante) lo definimos como todo acto de los aficionados que se limita espacialmente a la tribuna de un campo de fútbol, el cual puede consistir en cánticos, insultos, gritos o cábalas de diversa índole.

jueves, 18 de abril de 2024

EL UNIFORME Y LOS BOTINES DE FÚTBOL

El uniforme y los botines de fútbol son todo lo que tiene Zé, el protagonista de Abril, en Rio, en 1970. El cuento de Rubem Fonseca termina así, pero cuando la historia comienza con un mediocampista que entrena para el partido del domingo nos damos cuenta que el personaje no dispone de muchas oportunidades, quizá ésa es la razón por la que pisa el terreno de juego. Un comentario respecto a los tipos de escupitajos y su relación con la forma física de los futbolistas, así como las condiciones materiales que Zé observa en jóvenes que juegan polo, se vuelven una obsesión para el protagonista que fantasea con hacer un partido extraordinario para llamar la atención de Jair Rossa Pinto[1], una persona vinculada al club carioca Madureira. 

Sin embargo, el joven mediocampista, que tiene un empleo como mensajero y una novia llamada Nely, se la pasa alucinando sobre todo aquello que pudiera llegar a tener si fuera un jugador profesional, incluso seleccionado nacional. Nely percibe el estado de encantamiento en que se encuentra su novio durante la comida, ya que sus macarrones se acabaron rápidamente sin recibir una respuesta satisfactoria por parte de Zé. El extrañamiento de la novia se perfeccionó cuando el futbolista le dijo que ese día no podía quedarse a dormir con ella, entonces vinieron los reclamos “vas a encontrarte con otra mujer”. Para ella no había otra explicación, y las mentiras y la poca habilidad de comunicación de su novio no cambiaron su manera de pensar. Ante la consumación de la desatención sexual y afectiva hacia Nely, los insultos acompañaron a Zé cuando se marchó del lugar.

Llegó el domingo, un joven huérfano de dieciocho años de edad amanecía intacto en su condición física para el partido, aunque de por medio estuviera la pérdida de su relación con su novia Nely. Ese día de juego, Zé apostó todo por conseguir un lugar en un equipo profesional de Brasil, el sueño le duró 45 minutos. Un sueño que preservó de algún modo la esperanza de ser seleccionado, pero que por el transcurso angustioso del encuentro no auguraba un buen desenlace. Y así sucedió, los goles no tardaron en llegar. El partido se consumía mientras que la derrota del cuadro de nuestro personaje tomaba forma. Al final, uno de los jugadores que burló la marca de Zé y sobresalió en el mediocampo, se acercó a hablar con una persona del público. El protagonista prefirió meterse en el vestuario.

El final del relato se comprende en el título, la peripecia de Zé nos muestra la ascensión social que el fútbol le ofrece desde hace décadas a los miles de jóvenes brasileños. El precio de seguir a línea de fondo la búsqueda de una oportunidad en un equipo puede ser muy alto, incluso cuando son escasas las opciones de las que se disponen. Este cuento nos narra esa ilusión llamada fútbol que recorre las cabezas de multitudes de jóvenes que, en muchos casos, no se pueden permitir el lujo de pensar más allá del día a día.

 

 

 

            Autor: Carlos Ríos

 

 

 



[1] Jair Rossa Pinto fue un mediocampista brasileño multicampeón con equipos como Vasco da Gama, Palmeiras y Santos, durante los años 40´s y 50´s.

El relato también hace mención de jugadores de la época como Jairzinho, Paulo César, Clodoaldo, Pelé y Didí.

lunes, 1 de enero de 2024

UNA CHARLA SOBRE LOS DELANTEROS QUE LE GUSTAN A LA POLICÍA JUDICIAL

 
El fútbol suele ser un tema recurrente dentro de las conversaciones cotidianas, incluso suele llegar a ser tema entre diálogos que mantienen personajes ficticios. Esta intromisión del fútbol aparece con cierta regularidad en los cuentos del escritor Guillermo Arriaga como un elemento que permite un grado de interacción entre algunos de sus personajes. Si bien aparecen menciones a este deporte en muchos de los relatos reunidos en Retorno 201, es en Trilogía donde el juego de la pelota se integra brevemente en la anécdota del cuento.

La anécdota del relato versa sobre un trío de policías judiciales que viajan por la noche en una patrulla en busca de transeúntes a los cuales detener para posteriormente sembrarles droga y extorsionarlos, exigiendo dinero a cambio de su libertad. Esta unidad se encuentra al principio de la historia con Óscar, un peatón que camina solo por las calles del Oriente de la Ciudad de México. Los uniformados lo abordan y, al no recibir respuesta, descienden del automóvil para detener a la que será su próxima víctima. Proceden con su rutina y al no tener Óscar más que 50 pesos, lo suben a la patrulla. Mientras viajan, los judiciales intimidan física y verbalmente al detenido, lo sujetan a actos crueles y denigrantes, principalmente por parte del conductor y cabecilla apodado como el Matasanos.

Transcurre el viacrucis nocturno de Óscar y, en tanto se decide su suerte, los otros dos judiciales comienzan a hablar de fútbol: discuten sobre quién fue mejor delantero, Enrique Borja[1] o Hugo Sánchez[2]. Como el detenido conoce del asunto, se suma a la conversación y aminora la tensión que impera en la unidad. Uno de los policías conocido como el Carnes le pregunta a Óscar que cuál es su equipo, a lo que contesta este último que al Atlante. La respuesta provoca cierta emoción en el interrogante, ya que él también es un seguidor azulgrana. Esta circunstancia, el charlar sobre fútbol, le permite a Óscar cierta cercanía con sus interlocutores, así como granjear un poco de su simpatía. No ocurre lo mismo con quien toma las decisiones en la unidad, al cual le importa nada lo que discuten los otros tres. En las manos de él, del Matasanos, está el continuar con los maltratos al detenido o proceder a su ejecución, como aconteció con otros sujetos que no contaban con el dinero suficiente,

Trilogía, el cuento en cuestión, expone las características del ambiente que rodea la mayoría de los relatos contenidos en Retorno 201: un entorno social que alberga situaciones comunes que ponen en vulnerabilidad a determinados personajes. Este desamparo lo podemos enlazar a una tradición de la literatura hispanoamericana que expone la ausencia de estructuras para ordenar la vida en esta parte del mundo. Los cuentos de Guillermo Arriaga reflejan la persistencia de la precariedad del poblador de la América de la frontera sur en nuestros días, como en su momento la expusieron escritores como Horacio Quiroga, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, por mencionar algunos nombres. Esta condición se pone de manifiesto en varias de las historias, con el agravante que implica la presencia de figuras que revisten un grado de responsabilidad y de protección frente a otros personajes, pero que en la narrativa de Arriaga actúan negligentemente en perjuicio de quienes están bajo su cuidado. Tal es el caso de padres, madres, esposos, profesores, familiares, médicos, policías judiciales, etc. Ante esta realidad, gran parte de los relatos presentan desenlaces fatídicos que muestran la crudeza de habitar geografías que carecen de las estructuras necesarias para garantizar un orden que posibilite un desarrollo menos áspero de la vida.

 

 

 

            Autor: Carlos Ríos

 

 

 

 


[1] Enrique Borja es un exdelantero mexicano que jugó en Pumas y América durante los 60’s y 70’s. Es considerado como uno de los mejores centrodelanteros del fútbol azteca, además de goleador y referente histórico del Club América, conjunto con el que conquistó dos ligas nacionales, una Copa México, un Campeón de Campeones y una Copa de Campeones de la CONCACAF.

[2] Hugo Sánchez es un exdelantero y técnico mexicano que jugó en Pumas, Atlético y Real de Madrid, América, Rayo Vallecano, Atlante, entre otros equipos. Es considerado la máxima gloria del fútbol azteca debido a su notable trayectoria como atacante en Europa, consiguió el título de goleo en cinco ocasiones en la liga española, y por sus destacadas condiciones como centrodelantero. Fue campeón de liga con Pumas, Real Madrid y Linzer A.S.K; de la Copa del Rey con los colchoneros y los merengues, además de que conquistó diversos títulos internacionales con distintos clubes.