“Los
pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así.”
En
el mundo del fútbol es muy común la mención del escritor argentino Roberto
Fontanarrosa como uno de los autores que dieron espacio al balón en su obra
literaria. Son varios los relatos que “el Negro” dedicó al fútbol, en este
artículo nos referiremos a 19 de diciembre de 1971, un cuento que tiene
como telón de fondo el clásico rosarino. La anécdota de esta narración relata
las peripecias de un grupo de fanáticos de Rosario Central por influir en el
resultado del encuentro de copa que se llevará a cabo en la ciudad de Buenos
Aires.
Como sucede con muchos partidos que aparecen en la literatura, el encontronazo entre Rosario Central y Newell’s Old Boys acaeció en la fecha que da título al relato, en la semifinal del Torneo Nacional de 1971. A dicho encuentro desean asistir un grupo de hinchas que no conciben la idea de una derrota de su equipo frente al Rojinegro en el estadio Monumental. Entre los personajes del círculo, todos ellos de Rosario Central, se instala la idea que recorre a todo aficionado que va a una cancha, aquélla que persuade al seguidor de que los actos de aliento que haga o deje de hacer[1], tendrán repercusión en el desarrollo del partido. Es así como esta creencia que albergan los personajes aumentará conforme avanza la historia.
La
forma en que esta creencia se va afianzando en la vida de los personajes es una
manera de mostrar la importancia y el lugar que el fútbol puede llegar a
alcanzar en la realidad de esa parte del Cono Sur. El vehículo que la creencia
de los personajes encuentra para imponerse poco a poco en el relato es la
superstición, el poco fundamento de la idea sólo puede encontrar alojamiento en
cábalas y ritos seculares. Una vez que los fanáticos han hallado el cauce para
desarrollar el pensamiento que los une, la superstición irá imponiendo su poder
conforme nos adentramos en la anécdota. Es en este punto en donde el narrador,
Miguelito, el Colorado y el Valija se ponen a recordar y a analizar cuál es el
amuleto con mayor fuerza para llevarlo a la cancha el día del partido.
Al igual que una corriente fluvial que se sale de control, la superchería comienza a relacionarse con aspectos cotidianos de los personajes, aspectos que podrían desviar o detener el curso de la acción pero que sin embargo van a perder terreno. La ley, la estabilidad social, la salud, los grados de interacción y confianza, la verdad, la ecuanimidad, el trabajo, la inteligencia y la vida del ser humano son esos aspectos que rodean el plan de los hinchas, pero que no causan una reflexión en el actuar de ellos. El hecho crucial que detona la superstición es el artilugio llevado a cabo para trasladar al viejo Casale, un seguidor de Rosario Central que nunca ha visto perder al equipo, a la cancha de River Plate. Los fanáticos encontraron su talismán y, aun en contra de lo deseado por aquel señor, se lo llevaron en un ómnibus con dirección a Buenos Aires.
La
trayectoria que sigue la siniestra acción realizada por los personajes se
mezcla con lo cómico que resulta un plan tan disparatado que se ejecuta y
funciona a la perfección. Las ironías del relato no quedarán excluidas del
desenlace que, a pesar de concluir con una victoria del cuadro canalla, desembocará en una desgracia. Sentidos opuestos se tejen en un cuento que objetiva el sentimiento
radical de los aficionados al fútbol, aquel sitio plagado de fantasías que el
pensamiento muchas veces no logra controlar. La marea de la pasión futbolera cimbra
las bases que permiten la vida en común dentro de una sociedad, en este caso de
la argentina, las cuales pueden ser más o menos vulnerables ante el más o menos
impredecible aluvión de estímulos sensoriales de los seguidores. Dicho lo
anterior, no sorprende que el propio Fontanarrosa ponga en boca de uno de sus
personajes que los más jóvenes le van al equipo que gana, aunque esto también
puede ser una ironía más.
PD: Entre los jugadores que salen
como personajes, se menciona al Flaco Menotti y su estupenda actuación en la
saga central de Rosario. Hoy no nos queda más que rendirle un breve homenaje a
un hombre que cambió el fútbol. Descansa en paz, Flaco.
Escrito por Carlos Ríos
[1] El
aliento (aguante) lo definimos como todo acto de los aficionados que se limita
espacialmente a la tribuna de un campo de fútbol, el cual puede consistir en
cánticos, insultos, gritos o cábalas de diversa índole.
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