Ese 16 de marzo de 2020, como cada semestre, me encontraba preparándome para el inicio de las eliminatorias del torneo interno del ITAM, intentando tener con mis dos equipos del alma una última chance de levantar la copa y consagrarme como el mejor portero de esa H Institución, al menos por seis meses. Al día siguiente, también empezaría lo que por muchos años mi amiga Mariana y yo anhelamos y catalogamos como un logro en materia de igualdad de género, el primer torneo de fútbol mixto de nuestra universidad. Y como un penal mal marcado, llegó el Covid-19 a México, matando todas esas aspiraciones, esos sueños, y, por ende, cerrando mi participación como futbolista universitario, pero con el título de licenciatura cuando menos.
Esa sensación de
vacío, de impotencia, estoy seguro que todo aquel que ama al fútbol la sintió, no
solo cuando suspendieron sus competencias locales sino cuando suspendieron las
ligas de todo el mundo. Si de algo nos habíamos convencido es que el balón
siempre rueda, aunque llueve, truene o relampaguee; entonces, esto sí fue una
sorpresa equiparable a lo que sentimos cuando a México lo eliminan siempre en
octavos del Mundial o cuando eliminan a tu equipo superlíder en liguilla. ¿Qué
podíamos hacer? Honestamente nada ¿Qué podemos hacer? Sinceramente, mucho más
que antes.
No podemos vivir en la frustración de que el fútbol ya no es lo mismo de antes, porque créanme, nunca volverá a ser lo mismo, será mejor. A nivel de barrio, o del fútbol modesto, como lo llama mi amigo Enzo de la Argentina, hemos aprendido a valorar la presencia de un rival tras más de ocho meses en casa. A nivel profesional, hemos escuchado lo que sienten, gritan y lloran, las y los jugadores ante la ausencia de miles de personas en los estadios; sin duda, esto último ha ayudado a humanizar la figura del futbolista promedio, e incluso lo ha desconectado del bombardeo mediático para enfocarse en lo que más importa en esta vida, la familia.
Hemos de estar
convencidos que de esta crisis, el fútbol, como identidad y como deporte, solo
crecerá. Si bien el Covid puede estar en todos los países, también lo está el
balón, y solo eso se necesita para iniciar una reta, no más, no menos. Evidentemente, cada persona tendrá la tarea en casa de retomar el nivel que dejó aquella fecha
de marzo y también cada jugador o jugadora decidirá cuando es momento de volver
a pisar las canchas; esta es una invitación sin caducidad. Asimismo, poco a
poco podemos regresar a los estadios a apoyar a nuestras guerreras y guerreros
como nunca antes, a descargar esa euforia y esos deseos que guardamos desde ese 16
de marzo de 2020 para finalmente gritar un gol.
Perder, es ganar un poco
-Francisco
Maturana-
Escrito por José Carlos Quintal
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