Desde que tengo memoria, el fútbol ha sido parte de mí. Pisar la cancha se volvió mi lugar de realización y de plenitud. Solo ahí me podía encontrar. Sin embargo, la realidad es que la historia del fútbol femenil ha estado llena de altibajos, prohibiciones y estereotipos. Fue hasta 1991 que tuvo lugar el primer mundial femenil, 70 años después de que la Asociación de Fútbol de Inglaterra impidiera a las mujeres jugar fútbol bajo el argumento de que dicho deporte era poco apropiado para nosotras y que, por lo tanto, no debería fomentarse.
101 años después de ese suceso, la evolución del fútbol femenil es innegable. Desde 2001 hay una Champions League Femenil, varios países ya cuentan con una liga femenil de alto nivel, los partidos se transmiten por televisión y, aún mejor, las mujeres poco a poco van obteniendo el reconocimiento y respeto que se merecen. No obstante, si bien han habido importantes cambios y logros, todavía perduran diversos obstáculos para lograr la igualdad de género en este deporte.
“Por lo que nosotras luchamos es por igualdad de inversiones, igualdad de oportunidades, mismos fondos y recursos destinados al equipo. Yo no pido el mismo salario que Messi, esa no es la realidad", menciona Megan Rapinoe, futbolista norteamericana y abanderada de la igualdad. La desigualdad económica por cuestiones de género sigue estando latente. Según la reciente Encuesta de Salarios Deportivos Globales, el ingreso mensual promedio de una futbolista de la Liga MX Femenil es de 3,500 pesos, mientras que los hombres ganan 640,000 pesos mensuales. Como bien lo menciona Megan Rapinoe, no se trata de contar con los mismos sueldos o recibir cantidades excesivas, lo que se busca es que existan salarios que les permitan sostener no solo sus gastos básicos, como la alimentación y el transporte, sino tener una vida digna.
Lamentablemente, los obstáculos van más allá de la brecha salarial existente. Por ejemplo, muchos patrocinios y campañas publicitarias contribuyen también a aumentar la desigualdad, así como los medios de comunicación siguen sin darle los suficientes reflectores a los partidos femeniles y muchas veces, cuando se los dan, lo hacen desde una perspectiva sexista. Y esa es la cuestión. El mayor reto al que se enfrenta el fútbol femenil es el cultural. Mucho viene también desde el ángulo con el que lo miramos.
En aquellos días en los que jugaba, nunca se me va a olvidar cuando quise participar en las retas de los viernes que se organizaban en mi universidad. Tengo impreso en la memoria aquel momento en el que, después de que me dijeran que sí podía unirme, un compañero mencionó algo del tipo “como esta chava está en su equipo, pueden sumar a otra persona. No importa que sean 7 vs 6”. ¿Qué está detrás de este comentario? Que mi simple presencia era subestimada por el hecho de ser mujer, básicamente no contaba como jugadora y podía pasar por un fantasma.
Lo que yo pasé es solo una pequeña parte de lo que vivimos las mujeres al decidir participar en un deporte tan masculinizado y machista como sigue siendo el fútbol. Continuamente somos relegadas por el hecho de ser mujeres; con apoyos escasos desde el inicio, considerando que no tenemos las suficientes capacidades físicas para hacer una carrera y brindar espectáculo; así como, nuestras opiniones son, muchas veces, consideradas como inválidas. Los logros conseguidos por numerosas futbolistas han costado el doble de esfuerzo para que sean reconocidos por los medios y por los aficionados. Con esto no desmerito los grandes avances, sin embargo, es indudable que persisten estereotipos que impiden que las mujeres se abran un camino en la cancha.
El fútbol es para todas y todos. Este
debe fungir como un vehículo para lograr la igualdad de género. De ahí que sea
fundamental abrir espacios de diálogo a fin de hacer conciencia de lo que hay
detrás de este deporte. Como seres humanos, tenemos la tarea de reflexionar en
torno a nuestros propios comportamientos con la finalidad de evitar estereotipos
y prácticas machistas que no solo acentúan la desigualdad, sino que generan
consecuencias como la violencia de género y la pérdida de autoestima de las
mujeres. En este partido por la igualdad no hay tiempos extra.
Escrito
por Mariana Cruz
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