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jueves, 23 de marzo de 2023

LA PASIÓN FUTBOLERA DE MIGUEL HERNÁNDEZ: ENTRE LA EXALTACIÓN Y EL LAMENTO

En unos días se cumplirá otro aniversario luctuoso del poeta valenciano Miguel Hernández. Le bastaron 31 años al hombre del rayo que no cesa para escribir su nombre para siempre en las letras hispánicas. Su obra y su historia personal han provocado a lectores y críticos, el intercambio entre una y otra se ha señalado en estudios relativos a él, pero la faceta del poeta Miguel Hernández, amante del fútbol, que se filtró tanto en sus composiciones como en su vida, es quizá menos recordada. Tal vez por la brevedad de la pelota en su obra, o tal vez porque este deporte fue un interés de juventud, lo cierto es que la cancha y el balón pasaron gustosamente por los pies y por las manos del poeta de Orihuela.

Sabemos algunos pormenores de Miguel Hernández y el fútbol, como que jugaba en un equipo que él y otros vecinos de su localidad fundaron, este equipo se llamaba la “Repartiora”[1], él se desempeñaba por la banda derecha como un medio/extremo y compuso el himno para el cuadro del que formaba parte[2]:

 

Vencedora surgirá,

porque lo ha mandado el “Pá”,

la terrible y colosal Repartiora.

Por las calles marchará

y el buen vino beberá

porque siempre victoriosa surgirá.

En la tasca habrá de ver

la ilusión con que al vencer

mostrará siempre en su cara lisonjera.

Todo el mundo la verá

bulliciosa y “descará”

porque siempre surgirá.

Grande es la triunfal defensa,

el Rosendo y el Manolé,

Pepe, Paco y el Botella,

todos formidables, saben convencer.

Ya la Repartiora

vence con gran poder,

mientras que el otro llora

por no poder vencer.

Salta ya Paná,

brilla el moscatel,

que el vinillo está

que parece miel.

Ya venció la Repartiora,

su canción cantando va.

Surge clara y triunfadora

con su voz sonora

ya casi “apagá”.

 

El carácter triunfal, propio en un himno, se lee en los vinos que parecen miel, en las toscas que aguardan a los jugadores oriolanos que acompañan a Miguel Hernández, en las calles que soportan la marcha de la avasallante “Repartiora”… Sin embargo, el poeta naciente no se conforma con escribir el himno del equipo y compone una canción para sus rivales más inmediatos, los Yankes y el Iberia.

 

NI EL IBERIA NI LOS YANKES

 

 

Nadie

desde ahora en adelante,

ni el “Iberia” ni los “Yankes”

ni con sus líneas de ataque

han de poder combatiros

ni el Orihuela F. C.

¡Hurra!

Hurra los repartidores,

los mayores jugadores,

además de bebedores,

en Madrid como en Dolores,

en el campo ha visto usted.

Tráiganos ya,

para chutar

y “pa” marcar

el primer gol.

Nuestra delantera,

corta el bacalao.

Hay un medio centro

que no está jugaó.

Para hacerlo bien

hay un interior

que en combinación

marca el primer gol.

¡Anda que te zurzan

ese calcetín,

que por la rotura

te vas a salir!

Tú eres “Yankes”, para mí,

un suspiro en pantalón

y tú vas,

detrás de mí,

para chutar y marcar

el gol.

¡Anda que te zurzan

ese calcetín,

que por la rotura

te vas a salir!

El entusiasmo y la confianza se reflejan en la composición, así como la provocación a los contrincantes de la “Repartiora”. Un mismo tono de triunfo comparten tanto el himno del equipo del joven Miguel Hernández como Ni el Iberia ni los Yankes. Su involucramiento en el juego físico y en las letras de su escuadra dejan en claro su sentir y su emoción al fútbol. Sin embargo, no todos sus escritos tuvieron palabras de festejo para el juego de la pelota.

En 1931, el poeta de la generación del 27 compuso la Elegía al guardameta, un poema inspirado en un accidente que sufrió el arquero del Orihuela CF Manuel “Lolo” Soler[3]. A pesar de que en la jugada real, el futbolista no falleció, en la literatura su participación en el juego sí terminó por ocasionar su muerte. Aunque en el poema podemos leer versos de ímpetu como “te sorprendió el fotógrafo el momento / más bello de tu historia / deportiva…”, el aspecto funesto del accidente aparece una y otra vez explícitamente, mientras la ausencia se va solidificando a cada paso dado por uno hacia la portería del guardavalla caído, hacia el vacío que deja el término de un héroe cuando la lectura llega al punto final.

 

ELEGÍA AL GUARDAMETA

 

                         A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.

 

Tu grillo, por tus labios promotores,

de plata compostura,

árbitro, domador de jugadores,

director de bravura,

¿no silbará la muerte por ventura?

 

En el alpiste verde de sosiego,

de tiza galonado

para siempre quedó fuera del juego

sampedro, el apostado

en su puerta de cáñamo anudado.

 

Goles para enredar en sí, derrotas,

¿no la mundial moscarda?

que zumba por la punta de las botas,

ante su red aguarda

la portería aún, araña parda.

 

Entre las trabas que prendió la meta

de una esquina a otra esquina,

por su sexo al balón, a su bragueta

asomado, se arruina,

su redondez airosamente orina.

 

Delación de las faltas, mensajeras

de colores, plurales,

amparador del aire en vivos cueros,

en tu campo, imparciales,

agitaron de córner las señales.

 

Ante tu puerta se formó un tumulto

de breves pantalones

donde bailan los príapos su bulto

sin otros eslabones

que los de sus esclavas relaciones.

 

Combinada la brisa en su envoltura

bien, y mejor chutada,

la esfera terrenal de su figura

¡cómo! fue interceptada

por lo pez y fugaz de tu estirada.

 

Te sorprendió el fotógrafo el momento

más bello de tu historia

deportiva, tumbándote en el viento

para evitar victoria,

y un ventalle de palmas te aireó gloria.

 

Y te quedaste en la fotografía,

a un metro del alpiste,

con tu vida mejor en vilo, en vía

ya de tu muerte triste,

sin coger el balón que ya cogiste.

 

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto tino!

y efecto, tu cabeza

dio al poste. Como un sexo femenino,

abrió la ligereza

del golpe una granada de tristeza.

 

Aplaudieron tu fin por tu jugada.

Tu gorra, sin visera,

de tu manida testa fue lanzada,

como oreja tercera,

al área que a tus pasos fue frontera.

 

Te arrancaron cogido por la punta,

el cabello del guante,

si inofensiva garra, ya difunta,

zarpa que a lo elegante

corroboraba tu actitud rampante.

 

¡Ay fiera! en tu jauleón medio de lino

se eliminó tu vida.

Nunca más, eficaz como un camino,

harás una salida

interrumpiendo el baile apolonida.

 

Inflamado en amor por los balones

sin mano que lo imante,

no implicarás su viento a tus riñones,

como un seno ambulante

escapado a los senos de tu amante.

 

Ya no pones obstáculos de mano

al ímpetu, a la bota

en los que el gol avanza. Pide en vano,

tu equipo en la derrota,

tus bien brincados saques de pelota.

 

A los penaltys que tan bien parabas

acechando tu acierto,

nadie más que la red le pone trabas,

porque nadie ha cubierto

el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

 

El marcador, al número contrario,

le acumula en la frente

su sangre negra. Y ve el extraordinario,

el sampedro suplente,

vacío que dejó tu estilo ausente.

 

 

 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 

 

 


[1] AS: https://as.com/tikitakas/2017/03/28/portada/1490713413_146339.html

[2] Levante, El Mercantil Valenciano: https://www.levante-emv.com/deportes/2010/03/13/poeta-pastor-futbolista-13161328.html

[3] Revista Líbero: https://revistalibero.com/blogs/contenidos/el-barbacha-miguel-hernandez

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