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viernes, 28 de enero de 2022

EL BALÓN SIEMPRE REGRESA... NUNCA LO OLVIDES

Ese 16 de marzo de 2020, como cada semestre, me encontraba preparándome para el inicio de las eliminatorias del torneo interno del ITAM, intentando tener con mis dos equipos del alma una última chance de levantar la copa y consagrarme como el mejor portero de esa H Institución, al menos por seis meses. Al día siguiente, también empezaría lo que por muchos años mi amiga Mariana y yo anhelamos y catalogamos como un logro en materia de igualdad de género, el primer torneo de fútbol mixto de nuestra universidad. Y como un penal mal marcado, llegó el Covid-19 a México, matando todas esas aspiraciones, esos sueños, y, por ende, cerrando mi participación como futbolista universitario, pero con el título de licenciatura cuando menos.

Esa sensación de vacío, de impotencia, estoy seguro que todo aquel que ama al fútbol la sintió, no solo cuando suspendieron sus competencias locales sino cuando suspendieron las ligas de todo el mundo. Si de algo nos habíamos convencido es que el balón siempre rueda, aunque llueve, truene o relampaguee; entonces, esto sí fue una sorpresa equiparable a lo que sentimos cuando a México lo eliminan siempre en octavos del Mundial o cuando eliminan a tu equipo superlíder en liguilla. ¿Qué podíamos hacer? Honestamente nada ¿Qué podemos hacer? Sinceramente, mucho más que antes.

No podemos vivir en la frustración de que el fútbol ya no es lo mismo de antes, porque créanme, nunca volverá a ser lo mismo, será mejor. A nivel de barrio, o del fútbol modesto, como lo llama mi amigo Enzo de la Argentina, hemos aprendido a valorar la presencia de un rival tras más de ocho meses en casa. A nivel profesional, hemos escuchado lo que sienten, gritan y lloran, las y los jugadores ante la ausencia de miles de personas en los estadios; sin duda, esto último ha ayudado a humanizar la figura del futbolista promedio, e incluso lo ha desconectado del bombardeo mediático para enfocarse en lo que más importa en esta vida, la familia.

Hemos de estar convencidos que de esta crisis, el fútbol, como identidad y como deporte, solo crecerá. Si bien el Covid puede estar en todos los países, también lo está el balón, y solo eso se necesita para iniciar una reta, no más, no menos. Evidentemente, cada persona tendrá la tarea en casa de retomar el nivel que dejó aquella fecha de marzo y también cada jugador o jugadora decidirá cuando es momento de volver a pisar las canchas; esta es una invitación sin caducidad. Asimismo, poco a poco podemos regresar a los estadios a apoyar a nuestras guerreras y guerreros como nunca antes, a descargar esa euforia y esos deseos que guardamos desde ese 16 de marzo de 2020 para finalmente gritar un gol.

 

Perder, es ganar un poco

-Francisco Maturana-

 

 

 

            Escrito por José Carlos Quintal

 

 

 


jueves, 20 de enero de 2022

EL FÚTBOL DA REVANCHAS

Entonces, llega el minuto 90. Ya casi sin piernas, Luis recibe un pase delante de media cancha, pegado a la banda a media altura. Al momento de recibir el balón hace una recepción orientada al centro y conduce en diagonal. Luis busca cambiar de dirección hacia la banda, pero el equipo contrario lo orienta al centro. Así que Luis sigue con la conducción y pasa al primer contención, al segundo contención y posteriormente a un defensa central hasta llegar a la media luna del área grande. Sin embargo, al momento de estar frente al líbero se percata que no le queda otra opción más que pegarle con la de palo...


Muchas veces creemos que un partido de fútbol comienza con el pitido del árbitro y finaliza después de los 90 minutos reglamentarios más tiempo añadido. En cambio, este partido inició hace seis meses para Luis, probablemente uno de sus momentos más tristes. Todo comenzó cuando su equipo, el Atlético Coapa, venció en un partido de liga de la cuarta división profesional al Pachuca Taxco. Al finalizar dicho encuentro, llegaron directivos con la indumentaria del club, solicitando a los jóvenes de quince años, incluyendo a Luis, que se sentaran en círculo para darles una emocionante noticia.

Resulta que cada año, en verano, se organizan distintos torneos en Europa, como la Gothia Cup, donde participan clubes de fútbol de todo el mundo. En este sentido, estos directivos, liderados por Emilio, cada año hacían visorias de las distintas escuelitas de Atlético Coapa para llevarse a los mejores jugadores a competir a dichos torneos.

A partir de ese día, durante seis largos meses, todos los fines de semana se juntaba un batallón de jóvenes para mostrar sus aptitudes y ganarse un puesto dentro de los veintitrés que iban a viajar. Luis estuvo en cada una de esas visorias con el sueño no solo de jugar fútbol en suelo europeo, sino de viajar por primera vez fuera del país. De esta manera, luego de jugar su partido de liga correspondiente cada fin de semana con el Atlético Coapa, Luis tenía que reportar a las visorias y darlo todo a pesar de la fatiga, los golpes y los calambres del partido previo. Fueron muchos fines de presión, de angustia y de cansancio, pero cuando uno tiene un sueño, no hay obstáculo que lo pare.

A un mes del viaje, ya solo quedaban veintitrés jóvenes entrenando en las visorias, donde si bien no le habían asegurado a Luis que viajaría, ya era prácticamente un hecho, por lo que convenció a su mamá que pidiera un préstamo bancario para pagar el viaje y habló con su papá, después de no hacerlo en cuatro años, para obtener su pasaporte.

Cuando todo parecía que Luis soñaba con los ojos abiertos, vino el golpe de realidad. Le comentaron a él y a otros cuatro jóvenes que no estaba asegurado su lugar, pero que siguieran yendo a las visorias. A pesar de ser titular en el once, Luis aceptó dichos comentarios y siguió entrenando con la misma intensidad. Pasó el tiempo y nunca le comentaron a Luis si iba a ir o no al viaje, hasta que una semana previa vio al equipo con cinco miembros que nunca habían ido a la visorias, y en el caso de uno de ellos, amigo suyo además, su abuelo era uno de los socios del club. Fue entonces cuando lo entendió todo, se quedó fuera del viaje por recomendados, por personas que nunca se probaron ni hicieron el esfuerzo que él hizo esos seis meses.

Luis, después de un verano de mucha tristeza y decepción, regresó a los entrenamientos de Atlético Coapa con el único objetivo de algún día ser futbolista profesional. Fueron pasando las semanas y su equipo fue avanzando en el torneo de liga de la cuarta división profesional. De esta forma, quedaron en primer lugar y ahora tocaba enfrentar la liguilla contra el octavo mejor. Fue aquí cuando Luis sintió que el cuerpo se le estremecía y le hervía la sangre, pues el equipo al que enfrentaban, Cruz Azul Santa Fe, era comandado por Emilio, aquel directivo que había organizado el viaje y que lo había dejado fuera por recomendados.

Fue entonces cuando llegó el día del partido y, al dar el once titular, a Luis le tocó esperar en el banquillo por un tema táctico, o eso argumentó el entrenador. Inició el partido con muchas ocasiones claras de gol para el Atlético Coapa, pero en un contragolpe, al minuto veintiséis, anota el equipo rival. 0-1 al medio tiempo. En los vestidores, el entrenador le dice a Luis que caliente, que va a entrar y, entendiendo el contexto del partido, le dice que quiere que “se coma” al equipo rival.

Inicia el segundo tiempo y con esto la entrada de Luis al partido. Empiezan a llegar jugadas de peligro por el costado de Luis, que juega de extremo derecho, pero desafortunadamente agarran mal parado a su equipo y en otro contragolpe les meten el segundo gol. Posteriormente, si de por sí las cosas no pudieran ir peor, a los cinco minutos le expulsan a Atlético Coapa un jugador que pierde la cabeza y patea al rival sin razón.

Sigue el partido y en un centro a la olla derrumban a Mario en el área chica, gran amigo de Luis, y marca penal el árbitro. Es cobrado por el mismo Mario y las cosas se ponen 1-2. Siguiente jugada, mandan un balón largo al espacio entre el central y el lateral izquierdo que es aprovechado por Luis, recibe el balón y manda diagonal matona que es rematada por Joshua y a cobrar. Empatado el partido, con uno menos y viniendo con desventaja de dos goles.

Entonces, llega el minuto 90. Ya casi sin piernas, Luis recibe un pase delante de media cancha, pegado a la banda a media altura. Al momento de recibir el balón hace una recepción orientada al centro y conduce en diagonal. Luis busca cambiar de dirección hacia la banda, pero el equipo contrario lo orienta al centro. Así que Luis sigue con la conducción y pasa al primer contención, al segundo contención y posteriormente a un defensa central hasta llegar a la media luna del área grande. Sin embargo, al momento de estar frente al líbero se percata que no le queda otra opción más que pegarle con la de palo. No lo duda dos veces y patea, haciendo que de forma violenta el balón rebote contra el travesaño del arco y al momento de botar en el piso, este, afortunadamente, rebota dentro de la portería. 3-2, y con ello, la locura total. Luis corre a toda velocidad a abrazar a sus compañeros en la banca, con tanta emoción que no contiene las lágrimas porque tuvo su revancha, porque en el último suspiro del partido le ganó la partida a quien lo desechó de aquel viaje por abrazar la corrupción y la injusticia. Porque le demostró a Emilio, a sus compañeros, a su entrenador y a todos los espectadores, de lo que estaba hecho, de la importancia de no rendirse y, como dice el gran Marcelo Bielsa “acepten la injusticia, traguen veneno, que al final, todo se empareja”.

Terminaron aquellos cuartos de final, el Atlético Coapa siguió avanzando en el torneo hasta levantar la copa de campeón. Tras muchos años de seguir jugando, Luis no pudo lograr su objetivo de ser futbolista, pero cada que duda de sí mismo o siente tristeza, se acuerda de aquella historia, cierra los ojos y recuerda la libertad que significó aquel gol.

 

 

 

            Escrito por Bernardo Romo

 

 

 


martes, 18 de enero de 2022

UNA FRASE DE ONETTI SOBRE EL FÚTBOL

El nombre del escritor uruguayo no suele estar relacionado, a diferencia de sus colegas connacionales más conocidos, con el fútbol. Sus aficiones por dicho deporte no suelen ser tan claras, pero solían producir en él una extraña fascinación que lo invitaba a ir al estadio. Este aspecto de la vida de Onetti lo sabemos por una serie de cartas publicadas entre él y el pintor y crítico argentino, Julio E. Payró. En dichas misivas se revela la serie de trabajos que tuvo el escritor en una etapa de su vida: peón de albañil, portero de un edificio, vendedor de máquinas de sumar y de neumáticos, pintor de paredes y vendedor de entradas de fútbol. Es también en ellas en donde podemos apreciar al escritor referirse a su experiencia de mirar cómo el balón va y viene a lo largo de la cancha a través de sus grandes y siempre distinguibles anteojos: “frente a mí, el pueblo; encima mío, el orgulloso mástil donde flameará la insignia de la historia, las gloriosas tardes de 4 a 0, 4 a 2 y 3 a 1, la gloria entre aullidos, sombreros, botellas y naranjas”; “me voy para el Stadium a fin de crearme una sensibilidad de masas, multitudinaria y unanimista”. Al igual que mucha de la gente que nació y creció en los lugares pertenecientes al Río de la Plata, el fútbol se presenta como una instancia ineludible a las vivencias de sus habitantes y esta situación no hizo una excepción en la vida de Juan Carlos Onetti. Es por eso que podemos encontrar en su obra, aunque de manera un tanto marginal, alguna que otra referencia hacia el juego de la pelota; particularmente, en El astillero, una de sus novelas más conocidas.

Publicado en 1961, El astillero concluye la saga que alberga las obsesiones y las actividades de Larsen, el personaje que esteraliza tanto esta novela como Juntacadáveres, las cuales conforman una de las muchas historias que transitaron y dieron vida a las calles de Santa María. A propósito de dicha localidad, la cual se ubica en algún sitio próximo al Río de la Plata, pero que no tiene un referente geográfico preciso, como tampoco lo tiene el Macondo de García Márquez, el condado Yoknapatawpha de Faulkner o el Wandernburgo de Andrés Neuman; sin embargo, aun siendo poblados que tienen sus cimientos en la imaginación, su proximidad con la realidad hace inevitable que aspectos de la misma se vuelvan tan necesarios que incluso tengan que ser incluidos en los relatos que hablan sobre los hechos ficticios que acontecen en esos lugares. De este modo, y hablando particularmente sobre Santa María, al emplearse un recurso literario que pretende, entre otras cosas, nutrir de la mayor cantidad de elementos posibles las exigencias y consideraciones que un escritor tiene para crear una dimensión distinta, pero igual de compleja que la realidad, es como el fútbol hace su aparición en el universo narrativo rioplatense de Juan Carlos Onetti.

Es así como en un momento de la historia en que Larsen va camino al astillero para reunirse a comer con sus compañeros de trabajo, que los recuerdos de su vida anterior comienzan a merodearlo; aparecen entonces las reuniones donde circulaba alegremente el alcohol, los nombres de sujetos que el propio Larsen pronunció y olvidó, las distintas mujeres con las que habrá llegado acompañado mientras atravesaban la cortina de murmullos de sus compañeros de juerga. A partir de este último punto dicho personaje se quedará reflexionando, rememorando los tiempos en que su máxima aspiración era convertirse en un macró. La realización de este fin es lo que lo llevó a Santa María y lo que finalmente provocó que lo terminaran expulsando de la provincia en la primera parte de la historia, cuando era conocido despectivamente como Juntacadáveres. Cinco años después, Larsen volverá para intentar encumbrarse, ahora como gerente general de Jeremías Petrus S.A., la compañía propietaria del astillero que se encuentra en ruinas y sujeta a un proceso de quiebra. Pero mientras “se decide” el futuro de la compañía, los empleados Kunz y Gálvez, así como el dueño de la misma, Jeremías Petrus, involucrarán a Larsen en un siniestro juego en el que ellos han estado participando desde mucho antes de su vuelta a Santa María.

A la par de su cargo como gerente general, Larsen entabla relaciones con la hija del dueño, Angélica Inés Petrus, a la cual visita después de su jornada de trabajo en el astillero con el firme propósito de casarse con ella para heredar en un futuro la compañía y el patrimonio de la familia. A raíz de un encuentro en el que finalmente Larsen logra besar a Angélica Inés, encuentro durante el cual la manera en cómo se llevó a cabo el acto lo deja perplejo, como si realmente no fuera él quien hubiera tenido el control de la situación, provoca que se quedé ensimismado y reflexivo. Mientras Larsen rememora innumerables encuentros, cantidades inimaginables de rostros pertenecientes a hombres y mujeres, en una de esas juergas alguien se atreverá a reanudar la conversación, silenciada ante la llegada de él y de su acompañante, para decir “es problemática la inclusión de Labruna”. ¿A quién se refiere exactamente este personaje? Se refiere a una de las leyendas de River Plate, el delantero argentino Ángel Labruna, uno de los máximos ídolos y referentes que ayudó a forjar la exitosa historia y el palmarés del conjunto millonario durante la década de los 40’s.

Angelito, como también era conocido, formó parte de la delantera de la famosa Máquina, conjunto que en su momento era considerado como el mejor del mundo, ya que consiguió levantar, teniendo un estilo de juego ofensivo y vistoso, diez títulos oficiales en la década de los 40’s. Algunos expertos del fútbol han señalado que la Máquina de River fue el germen de lo que en otros tiempos fueron el Equipo de Oro, la selección de Hungría de los 50´s, y la Naranja Mecánica, la selección neerlandesa de los 70´s. Además de su exitosa carrera como futbolista, nueve títulos de liga y distintas copas nacionales e internacionales, Ángel Labruna también fue director técnico del equipo millonario en la época en que el mediocampo lo compartían Norberto “Beto” Alonso, Juan José “JJ” López y Reinaldo “Mostaza” Merlo; una de las alineaciones más recordadas en la historia del conjunto bonaerense. En el banquillo de River, Labruna conquistó seis títulos de liga, lo que lo convierte en uno de los personajes más importantes del club junto con Ramón Díaz y Marcelo Gallardo; quienes le dieron glorias al equipo millonario tanto en su etapa de jugadores como de entrenadores.

En fin, que todo lo dicho anteriormente rodeaba en esos tiempos la figura y la naciente leyenda de Ángel Labruna, por lo que su mención en la novela de Onetti no resulta problemática, sino todo lo contrario. La inclusión del fútbol en El astillero, como lo puede ser también la inclusión de las cuestiones sociales y políticas, mediante el recurso de la localidad ficticia, lo coloca como uno de los rasgos más característicos de los países del Cono Sur de Sudamérica; y, por lo tanto, podemos entender que todo intento por condensar en un solo lugar los aspectos de la vida que habitan y circulan por el Río de la Plata, tendrá necesariamente que terminar por mencionar al fútbol como un elemento constitutivo de la realidad uruguaya y argentina.

 

 

 

            Escrito por Carlos Ríos