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viernes, 24 de septiembre de 2021

LOS TRASPASOS DE SUDAMÉRICA QUE MARCARON EL MERCADO DEL FÚTBOL MUNDIAL

Los mercados de pases suelen causar revuelo entre los aficionados al fútbol, ya que casi siempre los fichajes tienen algo más que decir, además de la incorporación de un nuevo jugador en la plantilla de un equipo. Por ejemplo, la vuelta de un futbolista muy querido a un club donde dejó gratos recuerdos, como es el caso de Cristiano Ronaldo y su reciente regreso con el Manchester United; la incorporación de un jugador que fue estrella del equipo archirrival, como Luis Figo cuando pasó del Barcelona al Real Madrid o como Mario Götze cuando fichó con el Bayern München, mientras militaba en el Borussia Dortmund; o también, por la suma de dinero que se desembolsó para adquirir los servicios del futbolista. Es en este último caso que se ha venido trazando una línea de los fichajes que han roto los récords anteriores en cuanto al monto que gastaron los clubes por las compras. Casi desde que el fútbol se profesionalizó, los registros de las adquisiciones y de los traspasos guardan la memoria de cómo se fueron desarrollando los mercados de fichajes a lo largo del tiempo. A pesar de que la gran mayoría de las transacciones se concentran entre los clubes del Viejo Continente, la historia contempla situaciones de excepción que, por lo mismo, marcaron profundamente al deporte más popular del mundo. En los próximos párrafos hablaremos de las ventas de equipos sudamericanos que impusieron un nuevo récord en la cifra más alta pagada por un jugador, así como de la trayectoria que tuvieron los futbolistas en comento.

El primer caso corresponde al traspaso de un jugador entre dos clubes argentinos, Tigre y River Plate. Hasta ese momento, las compras y las ventas más caras de futbolistas se daban en la Premier League, pero en 1932 la dinámica cambió con la incorporación de Bernabé Ferreyra al cuadro de la banda roja. Según cifras de la BBC Sports, el costo del fichaje rondó las 23,000 libras esterlinas, batiendo la suma establecida (10,890 libras) por David Jack, cuando pasó a jugar al Arsenal proveniente del Bolton Wanderers. Considerado como la primera gran estrella que tuvo River, la Fiera, como también se le conocía a Ferreyra, ganó el primer título de liga profesional de la historia del club en el año de 1932. Precisamente, gracias a su fichaje, y al de otros grandes jugadores como el de Carlos “Barullo” Peucelle, el equipo bonaerense recibió el mote de los Millonarios. Además del título de liga mencionado, Bernabé Ferreyra conquistó otro campeonato de primera división en 1939, junto con varias copas domésticas, entre ellas: Competencias (1932), Campeonato y Oro (1936) e Ibarguren (1937); a nivel internacional, el Mortero de Rufino ganó la Copa Caldao en 1936 y 1937. Fue seleccionado nacional de la albiceleste y levantó la Copa América en 1937. En cuanto a logros personales, el centrodelantero ostenta el tercer puesto en la lista de máximos goleadores de River Plate, con 202 goles en 197 partidos disputados; lo que lo convierte, junto con Valeriano López y Arthur Friedenreich, en uno de los pocos jugadores de la historia de Sudamérica en tener más anotaciones que partidos jugados en primera división. Después de diez años jugando al fútbol, Ferreyra anunció su retiro con el cuadro rojiblanco en 1939.

La siguiente ocasión en que el pase de un futbolista proveniente de un equipo de Sudamérica rompió un récord de transferencia, fue con Juan Alberto Schiaffino, quien pasó de jugar en el Peñarol para incorporarse a las filas del Milan. Su transferencia se efectuó en 1954, por una cantidad cercana a las 72,000 libras esterlinas, cifra que superó el monto establecido por el Napoli cuando desembolsó 20,000 libras menos por el pase del sueco Hans Jeppson. Considerado como el jugador uruguayo de la historia, Schiaffino debutó con los Carboneros en 1943 y ganó cuatro campeonatos de liga (1949, 1951, 1953 y 1954); con el Milan levantó tres ligas (1955, 1957 y 1959), así como la Copa Latina en 1956; finalmente, con la Roma obtuvo la Copa de las Ferias en 1961. A nivel selección, el Mago es recordado por su destacada actuación a lo largo del Mundial de 1950 en Brasil y por ser uno de los artífices del Maracanazo, ya que fue él quien anotó el tanto del empate para que posteriormente la Celeste remontara el marcador y se consagrara campeona del mundo en suelo brasileño. En el Mundial siguiente celebrado en Suiza, Schiaffino fue una de las estrellas que llevaron a la Garra Charrúa hasta las semifinales del torneo, mismas que perdieron por marcador de 4-2 ante la Hungría de Puskás. Su paso por el Milan le permitió jugar unos cuantos partidos con el combinado italiano, así como ser considerado como el mejor extranjero que ha defendido los colores del equipo rossonero. En 1962, el Mago puso fin a su gran carrera futbolística.

El tercer caso también involucró al cuadro Millonario, pero esta vez como vendedor y no como comprador. Se trata de la transferencia de Enrique Omar Sívori, quien pasó de River Plate a la Juventus en 1957, por aproximadamente 93,000 libras esterlinas. La noticia trascendió las fronteras del medio futbolístico, debido a que el monto, unos diez millones de pesos argentinos, fue utilizado para cerrar el estadio de River, que hasta ese entonces contaba con tres gradas y era conocido como la Herradura. Con tan solo diecisiete años, Sívori debutó con el cuadro de la banda en 1954 y ganó tres títulos de liga (1955, 1956 y 1957). Una vez en Italia, formó uno de los triángulos ofensivos más letales del Calcio, al lado del galés John Charles y del italiano Giampiero Boniperti. Con el equipo de Turín también ganó tres títulos de liga (1958, 1960 y 1961), así como dos Copas de Italia (1959 y 1960). El éxito de Sívori en la Serie A fue tal que terminó siendo galardonado con el balón de oro en 1961, después de que se nacionalizara italiano, ya que en esos años no se entregaba el premio a jugadores nacidos fuera del Viejo Continente. Posterior a su etapa en la Juventus, el Napoli lo contrató y se convertiría en el precursor de Diego, en el “Maradona de antes de Maradona”. Las similitudes entre ambos jugadores eran tantas que los aficionados de antes solían decir que Sívori fue el primer hombre que jugó al fútbol como Maradona. Lo cierto es que además del estilo de juego, los dos astros argentinos pusieron en alto al sur de Italia. Con Sívori en el terreno de juego, el Napoli alcanzó los primeros puestos de la tabla y casi logra el campeonato en la temporada 1967-68, algo nunca antes visto en la historia del club. Otro hecho relevante del Cabezón es que jugó para dos selecciones: la argentina y la italiana. Con el representativo sudamericano ganó la Copa América de 1957, al lado de los famosos carasucias; con el combinado europeo disputó el Mundial de 1962 en Chile, pero no logró pasar de la fase de grupos. A causa de una lesión, el Cabezón tuvo que decir adiós en 1968.

Como casi cualquier lista de jugadores sudamericanos que se hace en el mundo, la de las ventas más caras de pases no podía completarse sin la mención de uno de los mejores futbolistas de la historia: nos referimos a Diego Armando Maradona. El Pelusa debutó con Argentinos Juniors a la edad de quince años, club en el cual comenzó a destacarse como uno de los mediocampistas más grandes que habrá de tener la Argentina. Con el Bicho consiguió erigirse cuatro veces como goleador de los torneos locales entre 1978 y 1980, además de quedar subcampeón en el campeonato metropolitano de 1980. Al año siguiente pasó a jugar a Boca Juniors, equipo en el cual sí logró coronarse en el torneo de primera división de 1981. Posterior al mundial celebrado en España, el récord de fichajes se volvería a romper con la compra del Pibe de Oro, ya que el Barcelona adquiriría sus servicios por la suma de tres millones de libras esterlinas. En el club blaugrana no tuvo el mejor de sus desempeños, pero se alzó como campeón de la Copa del Rey y de la Copa de la Liga en 1983, así como de la Supercopa de España del mismo año. Tras ser suspendido por un incidente en la final de la Copa del Rey de 1984, fue fichado por el Napoli por una cifra cercana a los cinco millones de libras, monto que rompió el propio récord establecido por él cuando salió del Xeneize para jugar en el fútbol de Europa. En esos años en Italia vendrían las actuaciones a nivel club y selección que marcarían para siempre el nombre de Diego en la historia del fútbol mundial.  Con el Napoli consigue, por primera vez en la historia del club, el título de liga y la Copa de Italia en la temporada 1986-87; la siguiente campaña logra quedar subcampeón del Calcio, al igual que en el campeonato 1988-89, pero en esta última conquista la Copa UEFA, el primer título continental del equipo; en su penúltima temporada con el equipo italiano, Maradona repite el campeonato de liga y la Supercopa de Italia 1990. Con la albiceleste realiza una de las mejores actuaciones de la historia del deporte en el Mundial de México 86, competición en la cual se consagra campeón; en la siguiente justa celebrada en Italia, el Barrilete Cósmico no tiene un gran desempeño, pero comanda a la selección argentina hasta la final del torneo, misma que perderá de último minuto ante la Alemania Federal dirigida por Franz Beckenbauer. Después de jugar en el Sevilla y de regresar a su país con Newell’s Old Boys, Diego dirá adiós al fútbol en 1997, vistiendo los colores del equipo Azul y Oro.  

En el último puesto tenemos al brasileño Denílson, quien fue fichado por el Real Betis en 1997, por aproximadamente 21.5 millones de libras esterlinas. Dicha cifra superó en dos millones la cuota de transferencia que pagó el Inter de Milan por el fenómeno Ronaldo. Denílson debutó con el Sao Paulo en 1994, donde inmediatamente ganó una Copa Conmebol ese mismo año. Sus actuaciones en la verde-amarela llamaron la atención de los equipos europeos, ya que con su seleccionado ganó la Copa América y la Copa Confederaciones de 1997, además de que fue subcampeón y campeón del mundo en las justas de Francia 98 y Corea-Japón 2002. Durante su estancia en el conjunto español, Denílson levantó una Copa del Rey en la temporada 2004/2005. Posterior a su salida del Betis, regresó a su país y ganó un campeonato paulista con el Palmeiras en el 2008. Después de deambular por distintos equipos alrededor del mundo, Denílson puso fin a su carrera en el 2010.

¿Sirven los datos y los números cuando hablamos de fútbol? Sí, por supuesto. Siempre resulta útil tener un soporte que ayude a dar claridad o a ordenar lo que acontece en el basto mundo de este deporte. Sin embargo, hablar de años y de cantidades nominales, de incrementos y de divisas, es solo una parte de lo que se vive en el fútbol. De ninguna manera se puede afirmar que conocemos realmente lo que es el juego de la pelota si no lo ubicamos en los contextos en donde se practica. Es por eso que es importante hablar de quiénes son los jugadores que están siendo transferidos y del significado que le imprimieron al balón con sus actuaciones a lo largo de sus carreras. La lista de nombres que componen las ventas más caras de futbolistas provenientes de equipos de Sudamérica no es extensa, pero sin duda es bastante rica y apasionante. Hablar de Schiaffino en Uruguay, o de Maradona o Sívori en Argentina, es referirse a algunas de las máximas glorias que ha dado el fútbol en esos países. Títulos del mundo o participaciones en equipos grandes de Latinoamérica o de Europa, esas son las dimensiones y los escenarios de los futbolistas que componen el presente repertorio; mismo que busca hacer honor al descaro y a la magia que han caracterizado casi siempre a los jugadores surgidos en el Cono Sur del continente.

 

* Debido a la opacidad (y por lo tanto, a las múltiples cifras manejadas en medios deportivos y por los propios directivos del club), así como a la compleja operación que representó el traspaso de Neymar Jr al Barcelona, proveniente del Santos de Brasil en 2013, hemos decidido no incluir su transferencia en el presente artículo. 


 

            Escrito por Carlos Ríos

 

 



miércoles, 15 de septiembre de 2021

LO VERDADERAMENTE INALTERABLE

Me encontraba desayunando una mañana cuando de pronto, mi acompañante, me barre con los tachones a través de una sencilla pregunta: ¿Por qué te gusta tanto el fútbol? Ojo, posiblemente el lector podría considerar que dar una respuesta de bote pronto es sencillo, pero cuando quien te lo pregunta es una persona neutral, que no es hincha de ningún club, ni mucho menos que utiliza su fin de semana para ver partidos de fútbol, se complica la situación e invita a una reflexión más profunda.

Al respecto, estoy seguro que varias veces el lector, así como quien escribe estas palabras, nos hemos enfrentado a la titánica tarea de dar una explicación sin caer en ambigüedades, o, en conceptos muy generales. A una persona como estas no les basta un simple “porque es apasionante”, “porque es mucho más que un deporte” o salir jugando con el sencillo, pero catedrático, “te lo podría explicar, pero si no lo sientes, no lo vas a entender”. Estas personas buscan una respuesta fundamentada, que penda de una parte racional y no de sentimientos, por lo que, a través de estas líneas, me he dado a la tarea de plantear un argumento convincente y razonable, para dar a entender por qué me encuentro eternamente conectado con este deporte.

Para empezar, me gustaría explicar un concepto característico del ser humano: el cambio. Entrando en detalle, el concepto de cambio tiene como definición una acción o transición de un estado inicial a otro diferente, o también la acción de sustituir o reemplazar algo. Cuando uno crece, o, mejor dicho, cuando uno vive, surgen modificaciones diarias en nuestro día a día. Algunas son tan poco perceptibles para nuestras sensaciones, como el cambio de células en nuestro cuerpo debido al envejecimiento, o sufrir alteraciones diarias en nuestros pensamientos; mientras que otras son más perceptibles, como conocer nuevos amigos, descubrir nuevos lugares, cambiar de ciudad, etc. De esta manera, cada vez va uno pareciéndose un poco menos a su yo de ayer, aunque día con día pareciera que no existe variedad en nuestra forma de pensar, sentir o afrontar la vida, pero cuando el plazo es mayor, digamos, por ejemplo, previo a la pandemia del coronavirus hace año y medio, pareciera ser una mutación relevante en nuestro ser.

Quien haya llegado hasta aquí leyendo estas líneas pensará, ¿qué carajos tiene que ver el cambio con que veintidós jugadores persigan una pelotita con la intención de meter un gol en un rectángulo de 7.23 metros de largo, por 2.44 metros de alto? Pues aquí va mi contestación a la pregunta planteada en este escrito y espero dar la satisfacción y la calma que sentí yo al llegar, luego de veintiséis años, a esta respuesta.

En este sentido, para poder entender mejor mi respuesta, me gustaría que el lector lleve a cabo la siguiente meditación a la par que lee estas letras. Primero que nada, pediría que se acuerde de cuando era niño. Particularmente, de lo que sentía cuando agarraba una pelota que pareciera ser casi del mismo tamaño que su cuerpo y salía a la colonia a buscar a sus amigos y vecinos. Que recuerde como, cuando no había porterías convencionales, las construía a partir de dos árboles, arbustos, con piedras o, en su defecto, con cualquier objeto sólido que tuviera a la mano. Ahora, querido lector, dígame que cuando pisa nuevamente una cancha de pavimento, tierra o pasto, no siente exactamente la misma alegría y libertad que sintió al recordar ese momento que le expuse. Expréseme que no le dieron las mismas ganas de agarrar a la caprichosa y sacarla a pasear para intentar gambetear a todo el equipo contrario, por el puro deleite de aventarse a la prohibida andanza de la libertad como cuando era un niño. Es por esto que me encuentro tan íntimamente conectado con este deporte, porque ese sentimiento es lo único que pareciera mantenerse inalterable en nuestras vidas.

Por lo que, querido acompañante, no me malentienda, claro que el cambio es bueno y necesario, pero quiero creer que el ser humano necesita un lugar conocido a dónde volver cuando se pierde, y ese se encuentra dentro de nuestro concepto, tan basto y tan amplio, de lo que significa una cancha de fútbol.

 

 

 

 

            Escrito por Bernardo Romo

 

 

 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL CLÁSICO DE LAS ROSAS

Transcurrió el último día de transferencias y el Leeds United se llevó a una joven promesa de los Red Devils: Daniel James. “¿Qué importa?” diríamos algunos, de todas formas, el Leeds United ni siquiera es un rival directo, es más, ni candidato al título es. Pues el Leeds no pensó lo mismo las últimas tres veces que un jugador suyo pasó al United, mucho menos en el caso de Alan Smith.

Para nosotros, muy fuera de Inglaterra, además de muy jóvenes, puede que con trabajos y nos suene el Leeds, y eso quizá, por Marcelo Bielsa. Para los aficionados ingleses de los Red Devils y de los Whites, el partido tiene un tinte especial y un tanto histórico. En pocas palabras, Mánchester es Springfield y Leeds es Shelbyville. En muchas palabras, la rivalidad inicia por uno de los capítulos más importantes de la historia de Inglaterra, uno tan importante que le dio a George R. R. Martin y HBO, material suficiente para tener un par o más de temporadas.

En 1377, muere Eduardo III, rey de Inglaterra, dejando una vasta descendencia y mucha gente que busca apoderarse de su trono. Tres Casas Reales se pelean la corona, la Casa de Plantagenet, la Casa de Lancaster y la Casa de York. En 1399, Ricardo II de Inglaterra, miembro de la Casa de Plantagenet, es obligado a abdicar por su primo Enrique de la Casa de Lancaster y este último sube al trono como Enrique IV. Empieza la pelea por la sucesión entre las Casas de Lancaster y York. Comienza el periodo conocido como la Guerra de las Rosas, durante el cual se dan una serie de batallas por la sucesión del reinado. Su nombre viene de las insignias reales de cada una de las Casas: rosas rojas de la Casa de York y rosas blancas de la Casa de Lancaster (curioso que coincidan con los uniformes y apodos de ambos equipos). La guerra duró alrededor de treinta años, hasta que todos los herederos varones de ambas casas fueron asesinados. Al final, ninguno de los participantes ganó, pues ninguno se quedó con el reino y solo se dio entrada a la Casa de los Tudor, pero esa ya es otra serie de HBO.

Muchos años después, llegada la Revolución Industrial, las ahora ciudades de Yorkshire (Leeds) y Lancashire (Mánchester), se vuelven a ver las caras. Leeds se dice que es una metrópoli construida por la lana (de oveja), es por eso que algunos llegaron a decir que la ciudad proveía de ropa a todo el mundo. Pero entradas las máquinas, las fibras de algodón comienzan a ser más fáciles de trabajar y el viejo rival de Lancashire se vuelve el dueño, amo y señor de la industria, al punto de ser apodado “Cottonopolis”.

Termina la Revolución Industrial y comienza el juego de balón. ¿Por qué la rivalidad se da entre ellos? ¿Por qué no? Por años ha sido la ciudad rival y ¿por qué no odiar al mejor equipo de la metrópoli de enfrente? En 1906, se da el primer encuentro entre Leeds y Manchester United, pero es hasta casi 60 años después que Lancaster y York vuelven a ser rivales por una corona, no la de Inglaterra, ni la de la ciudad más rica o la más bella, sino por la gloria que significa conquistar la Liga Inglesa.

Manchester United estaba pasando por un periodo de éxitos de la mano de su ex jugador, Sir Matt Busby; pero el vecino no se quiso quedar atrás y aplicó la misma fórmula para ganar, contratando a su ex jugador, Don Revie. En 1965, se vieron las caras en la semifinal de la FA Cup, en un duro duelo que terminó con un empate y un partido de desempate que dio como vencedor al cuadro blanco. Leeds gana una batalla, pero pierde la guerra. En esa misma temporada fueron rivales directos por el título y los del equipo rojo terminaron venciendo. Al final de sus ciclos, el saldo fue de cinco títulos bajo el mando de Matt Busby, por dos bajo el de Don Revie.

Los setentas se vuelven una época en que los duelos entre ambos equipos no fueron tan relevantes dentro del campo, sino fuera de él. Grupos de hooligans se enfrentaron constantemente durante esta década. ¿Quién ganó? Nadie puede presumir de ganar cuando el hooliganismo causó tragedias en el fútbol, en más de una ocasión.

Después del descenso de los pavorreales, tuvieron que pasar veintisiete años, desde su último gran enfrentamiento, para que el duelo directo por la liga se volviera a dar, ahora venciendo los de York a los ex Lancashire. Seguramente dolió, pero los mancunianos darían los últimos golpes importantes de la contienda, a tal grado que la afición del Leeds todavía recuerda con rencor esos episodios que se dieron, a principios de los 90’s y de la década de los 2000’s, entre ambos clubes.

Tres transferencias se dieron de un equipo a otro que dejaron un amargo sabor a la afición: Eric Cantona en 1992, Rio Ferdinand en 2002 y Alan Smith en 2004. Imagínate darle a tu acérrimo rival un mítico multicampeón, continuador de la leyenda del número 7 en la historia roja; a su nuevo capitán, y que probablemente haya sido el último gran defensor del frente enemigo; y, por último, al jugador que besó tu escudo antes de descender y que se bajó del barco para llegar a ganar una liga que tú ni siquiera pudiste jugar por estar dos divisiones atrás. ¿Cómo no odiar al tipo con el que solías pelear en el patio escolar, y que años después, te viene a humillar con tres cheques y trece copas más?

La rivalidad es tan vieja que seguro pocos se han de acordar de dónde salió. Muchos no saben por qué odian al otro, pero saben que lo tienen que odiar. Si Daniel James resulta ser el fichaje estrella que buscaba Marcelo Bielsa, no solo el Leeds se va a vengar, sino que la gente de Manchester va a recordar a quiénes odiar y por qué los tienen que odiar.

Glory, Glory, Man United.

 

 

 

 

            Escrito por Enrique Macedo