Parece una obviedad decir hoy en día que los medios de comunicación detentan un gran poder en las sociedades contemporáneas, pero a veces sucede que, aunque podamos ligar una cosa con la otra, realmente no logramos dimensionar hasta donde suele llegar su alcance. El fútbol es el deporte más popular del mundo, y como tal, los medios informativos tenían que terminar por encontrarse y mezclarse con el mismo. La trascendencia e influencia de todo aquello que se vive y dice del fútbol es gracias a la televisión y la radio, y hoy en día, también por el internet. Sin embargo, no todo tiene un componente positivo para el crecimiento del mismo, ya que tanto en los medios de comunicación como en el deporte existen las pugnas entre los grupos que detentan alguna clase de poder.
Un caso reciente lo podemos hallar en la trayectoria del técnico Miguel Herrera, quien hasta hace poco fungía como el estratega del Club América. El Piojo tiene en su curriculum cuatro títulos con el equipo: dos torneos de liga, una Copa Mx y un Campeón de Campeones; lo que lo convierte en uno de los entrenadores más exitosos del club junto con Jorge Vieira y Raúl Cárdenas. Su energía y su personalidad, el protagonismo de su equipo jornada tras jornada en la tabla del fútbol mexicano, las remontadas y las noches lluviosas, además del palmarés que acumuló en sus años como americanista, son recuerdos que quedarán en la memoria de la afición azulcrema. Su estancia y legado son innegables, aún para aquellos seguidores que nunca estuvieron conformes con la oportunidad que le brindó el club; sin embargo, la trayectoria de Miguel Herrera tiene sus aspectos que no suelen ser aludidos en la narrativa que se ha construido en torno a este protagonista de nuestro fútbol .
En este punto es donde encontramos una confrontación entre algunos sectores que se hayan inmersos en el fútbol: el sector empresarial y los espacios de comunicación. Curiosamente, el dueño del club América, grupo Televisa, es uno de los corporativos más fuertes de América Latina, y es a la vez, una de las cadenas de televisión más grandes del continente. En principio, no tendríamos que preguntarnos si una posible pugna pudiera llegar a suscitarse entre quienes detentan y aportan los activos y recursos para construir comunicación, por un lado; y entre quienes se encargan, por el otro, de elaborar el contenido, la información, el estilo, el diseño, la narrativa y la interpretación de lo que sucede en un campo de juego.
Para ilustrar lo bien que pueden llegar a estar tanto el sector empresarial como los espacios de comunicación, podemos mencionar la primera etapa de Miguel Herrera como director técnico del equipo. Entre el Clausura 2012 y el Apertura 2013, el club consiguió colocarse entre los primeros 4 puestos de la tabla general, situación contraria a la vivida en temporadas anteriores donde llegó a ocupar los lugares 13, 17 y 18. En ese mismo periodo, el Piojo consiguió establecer las semifinales como el escalón mínimo de participación del club en la liga mexicana, instancias que no se lograban en torneos anteriores, en los cuales el América se quedó fuera de la liguilla o fue eliminado en los cuartos de final. Lo más recordado de esos años son la final obtenida contra Cruz Azul, uno de los acérrimos rivales, en una de las noches más épicas para el americanismo; y el liderato logrado la temporada siguiente, a la par que aportó 9 jugadores y al propio técnico a la Selección Mexicana para enfrentar los encuentros de repechaje al Mundial 2014 contra Nueva Zelanda. A pesar de que su primer ciclo termina de manera desafortunada con la final perdida por goleada contra el León en la cancha del Estadio Azteca, la gestión técnica de Miguel Herrera dejó uno de los rendimientos de efectividad más altos en el club (61.44%) disputando 102 juegos, de los cuales ganó 55, empató 23 y perdió solamente 24.
Durante esta primera etapa, dueños y medios de comunicación entablaron una visión común sobre el desempeño de Miguel Herrera. Los contragolpes, la amplitud de la cancha, las jugadas a balón parado y los remates aéreos le devolvían a la institución y a la afición, el gusto y la certeza de lo que iban a encontrarse en la cancha cada sábado por la tarde. Pero, además de la mano del técnico, el empuje anímico y el coraje que la personalidad de Herrera le imprime a sus equipos, terminó por definir al conjunto emplumado como una escuadra con garra y corazón. Ambos aspectos no se quedaron en observaciones pasajeras, y las remontadas y los éxitos terminaron por definir una buena etapa para el club y para el propio Miguel Herrera.
Posterior a aquella final perdida contra León, el Piojo asumió el cargo definitivo de la selección mexicana de fútbol, y el América contrató a Antonio Mohamed como su nuevo estratega. Los caminos del equipo y del técnico parecían que se bifurcaban, aunque en el corto plazo siguieron cosechando triunfos: Herrera tuvo una gran actuación con el combinado azteca en el Mundial de Brasil, y ganó posteriormente una Copa Oro en el año 2015; el América, por su parte, levantó su campeonato 12 con un superliderato que mantuvo casi todo el torneo de liga. Pasaron los años y Miguel deja su cargo en el TRI debido a un altercado que tuvo con el periodista Christian Martinoli en el Aeropuerto Internacional de Filadelfia; no obstante ello, fue contratado por el equipo de Xolos Tijuana y consiguió dos superlideratos jugando un fútbol vistoso y ofensivo. Del lado del América, después del título obtenido por Mohamed, la directiva decide despedirlo y contratar a Gustavo Matosas. Después de él vendrán Ignacio Ambriz y Ricardo Antonio La Volpe, pero ninguno de los tres logró volver a consagrar al club con un título de liga. Finalmente, en el Apertura 2017, se da la tan ansiada vuelta del Piojo a la dirección técnica del equipo de Coapa. Tanto afición, como dueños, directivos y prensa deportiva, veían con buenos ojos la vuelta del estratega al Nido, para seguir prolongando la senda de éxitos que fue tan provechosa para el América y para Herrera en su primera etapa.
Este segundo ciclo estuvo marcado por un cambio en el estilo de juego del equipo. Podía observarse en el terreno del Azteca a un conjunto expectante, aguardando en su propio terreno al rival para posteriormente desarmarlo e iniciar una fase ofensiva contra el arco de enfrente, un equipo americanista que ya no revestía la velocidad y los cambios de ritmo que caracterizaron la primera gestión de Miguel Herrera. Las críticas a esta nueva forma de jugar no llegaron inmediatamente, en parte porque los primeros lugares en la tabla volvieron a ser una constante y las semifinales una instancia en la que el América volvió a ser un asistente recurrente. Sin embargo, una parte de la afición comenzó a sentirse distante de lo que su equipo exhibía en la cancha, tanto con ellos mismos como con los valores deportivos con los que alcanzó su grandeza el club. Pasaron los primeros tres torneos y en el Apertura 2018, Miguel Herrera lo volvía a hacer, derrotaba en la final de nueva cuenta al Cruz Azul y ocupaba un nuevo espacio en las vitrinas del conjunto americanista. La campaña siguiente no gana el torneo de liga, pero consigue ganar la Copa Mx y accede a la serie de Campeón de Campeones que también termina ganando. En poco menos de un año, el Piojo escaló peldaños y se colocó en la cima de los técnicos más ganadores de la historia del club. La directiva se sentía maravillada porque por fin había atinado a conformar un organigrama donde las cosas parecían funcionar de forma exitosa, la afición no se sentía en total armonía con su equipo, pero los logros los mantenían contentos y conformes con su entrenador. Del lado de la prensa, los elogios parecían no encontrar fin, tanto del grupo periodístico de la propia empresa como de los grupos de otras cadenas televisivas; elogios que la opinión pública y la afición no catalogaron como desmedidos, pues los resultados eran palpables y evidentes para todos los seguidores de este deporte en el país.
La unión entre Miguel, los dueños y la prensa parecía ser algo más que una situación idílica y comenzaba a tomar tintes de algo duradero. El propio Herrera llegó a decir que se veía a sí mismo marcando una época en el club como lo hizo Alex Ferguson con el Manchester United. Nada parecía estropear el paisaje de embelesamiento, pero algunos sectores comenzaron a sospechar de la autenticidad de lo que sus ojos observaban cada fin de semana. El estilo de juego no volvió a ser el mismo con el que el Piojo se ganó el respeto de la afición, pero otros aspectos comenzaron a tomar relevancia en las actuaciones del América. Uno de ellos fue la orden técnica de esperar siempre al rival, ceder totalmente la iniciativa de juego al otro equipo, sin importar si este fuera de un nivel superior, similar, inferior o muy inferior. El conjunto se estacionaba en propio terreno y pragmáticamente esperaba para recuperar la pelota. Este primer aspecto estéticamente no le gustaba a un sector de los seguidores, pero lejos de eso, los resultados dejaron de acompañar al equipo. Un vergonzoso partido de copa contra Juárez, equipo de segunda división, dejó en entredicho la eficacia de esta idea de juego que se limitada a esperar pasivamente al rival.
Las estadísticas comenzaron a arrojar luz sobre otras facetas del juego como las aproximaciones y los tiros contra el arco contrario, en la cancha del Azteca el equipo llegó a registrar cero aproximaciones y cero tiros en un primer tiempo; estadísticas que se dejaron de lado por la euforia de los resultados que persistían, pero se estaban obteniendo de forma cada vez menos contundente. En esta nueva idea de juego también se hizo patente que el cuadro era endeble defensivamente, a pesar de que los 11 jugadores esperaban en propio terreno. La toma de espacios en el mediocampo no parecía estar bien definida, la presión por recuperar la pelota se limitaba a esfuerzos aislados, las marcas defensivas eran ineficaces, los escalonamientos y achiques no figuraron nunca en el radar del entrenador. Este América daba la impresión de simplemente amontonar a sus jugadores para que no le generaran situaciones de peligro, en lugar de representar un plan técnico bien definido sobre cómo jugar y derrotar a sus oponentes, aunado a eso, el conjunto tampoco tenía una estrategia clara de cómo atacar al rival. Los cambios de ritmo eran escasos, por no decir inexistentes, las asociaciones tampoco aparecieron, la coordinación de movimientos nunca se reflejó en el juego del equipo, ni se explotó los espacios que dejaba el contrincante.
Un proyecto, que tenía sus años de trabajo, manifestaba en la cancha ser un cúmulo de improvisaciones en ataque y defensa, que lograba rescatar el resultado gracias a un esfuerzo individual, o, al aprovechamiento de los errores y carencias del equipo rival. Una espantosa final contra Cruz Azul, equipo que no logró superar la primera final perdida contra Herrera, demostró que con 2 jugadas fortuitas era suficiente para derrotarlo; una lamentable final de copa contra Juárez demostró que con un penal marcado era suficiente para coronarse campeón. La actuación del club reflejaba una pobreza y una miserabilidad pocas veces vista en la historia del América. Hartos con el desempeño de su equipo, los seguidores comenzaron a hacer público su descontento con el hashtag #fuerapiojo. En un principio, las publicaciones eran pocas y generalmente eran apabulladas por el sector mayoritario de la afición; sin embargo, el descontento comenzó a acrecentarse con los síntomas de un equipo mal trabajado que perdió la semifinal contra el Toronto en la Concachampions, los referidos octavos de final contra Juárez, la final de la Campeones Cup contra el Atlanta y la final de liga 2019 contra Monterrey. Estos partidos demostraron que el cuadro americanista carecía de capacidad de respuesta, poca creatividad para generar juego, escasa o nula dinámica, además de recursos técnicos muy limitados para ofender a su oponente.
Finalmente,
los últimos partidos del técnico terminaron reafirmando el mal funcionamiento
que se arrastraba desde hace años, y que en otro tiempo lograron maquillar
jugadores de renombre. La serie contra el Guadalajara evidenció una gestión
desgastada y recia al cambio y la crítica, reafirmó también lo que fue una
característica del ciclo de Herrera: el Estadio Azteca ya no era el recinto
invencible para los equipos rivales. Las últimas finales que perdió el club las perdió
en su cancha de manera humillante, no fue la excepción en los cuartos de final
contra las Chivas. A la eliminación en liga vinieron los deplorables juegos
contra Atlanta y contra Los Angeles F.C. donde también terminó siendo echado
del certamen. En el clima del club se podía observar a un Miguel Herrera
envalentonado, seguro de que su puesto no estaba en juego fuesen cuales fuesen los
resultados que entregaba, y así lo externó públicamente; del lado de los medios
de comunicación, los analistas apuntaban a los jugadores y su pobre desempeño,
en lugar de cuestionarse si los rendimientos se debían a otra causa, como la participación y responsabilidad del técnico en las incorporaciones realizadas. Mientras
esto sucedía, la afición se encontraba dividida: por un lado, los americanistas, que venían calibrando una cadena de acciones que no favorecían al equipo, tuvieron mayor presencia en redes sociales para expresar su inconformidad con
el técnico; por el otro, un sector de seguidores no veía a ese estratega erguido y
encumbrado que los analistas habían construido como el nuevo estandarte del conjunto azulcrema, sin embargo, mantenían cierto apoyo o consideración hacia Miguel Herrera.
Sea
cual sea que haya sido la razón por la que el dueño decidió prescindir de los
servicios del técnico (malos resultados o su desafortunado comportamiento
dentro de la cancha), al final el poder económico terminó imponiéndose sobre el
poder de la palabra. El discurso tuvo a flote a un técnico que pareció dejar de
lado las virtudes que lo llevaron a asumir la gestión del América, y lo colocó en una posición de comodidad y solapamiento, ajeno a cualquier tipo de crítica
positiva o negativa. El
poder del discurso periodístico blindó a Miguel Herrera prácticamente de
cualquier clase de escrutinio dirigido a su persona; sostuvo la personificación
de un protagonista del fútbol que ya no correspondía con la realidad más
inmediata, y estableció por un largo tiempo la opinión que sobre él se
debía de tener. Por una cuestión de fortuna o destino, el dueño decidió
terminar con los minutos de Miguel Herrera en la televisión, y apagar su
participación con el Club América; sin embargo, una parte de la exitosa historia del club tendrá siempre presente el nombre del efusivo estratega mexicano.
Escrito por Carlos Ríos
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