Un rasgo frecuente en la narrativa literaria contemporánea es la aparición de la figura del antihéroe. Así se trate de obras de poca o larga extensión, los personajes incompatibles con un modelo de ejemplaridad tienen un lugar seguro en la fabulación de una ficción literaria. En este sentido, tomemos como ejemplo Puntero izquierdo, un pequeño cuento contenido en el libro de relatos Montevideanos de Mario Benedetti. En esta narración cabría emplear el apelativo de pícaro como modalidad del antihéroe. Esta delimitación se plantea por el contexto en el que se sitúa el cuento, una región marginal de la América hispánica.
En este ambiente de precariedad nos encontramos con un personaje anónimo que habita la capital uruguaya, trabajador en una fábrica y jugador de fútbol. Debido a las mínimas condiciones económicas y sociales en que vive, el protagonista de Puntero izquierdo busca acomodarse a una mejor realidad recurriendo al fobal*. Para conseguir su propósito, un partido de final, en el que debe jugar erráticamente según un acuerdo efectuado con un directivo del equipo contrario, marcará el rumbo de la historia. El transcurso de una peripecia similar nos permite evocar Abril, en Río, en 1970*, un relato que tiene como protagonista a Zé, un jugador amateur* que busca deslumbrar a un cazatalentos que acude a un partido suyo para intentar cambiar de vida. Circunstancias precarias que definen una anécdota ligada a un partido de fútbol, pero en la que participan personajes de distinto talante.
El relato ubicado en Brasil nos narra una situación agónica, el relato en Uruguay, no; en el primero hay una actuación franca, en el segundo hay contubernio entre el jugador y un directivo del equipo contrario. En tanto que la propia anécdota nos presenta que durante el partido decisivo, el extremo izquierdo rompe el pacto que lo obliga a jugar deficientemente, podemos entender que la historia del puntero versa sobre un pícaro. Un pillo que muestra habilidades para burlar a sus contrincantes en el terreno de juego ¿no se trata acaso de engañar al oponente, el mero hecho de emplear una gambeta?, pero que perderá los papeles en el momento crucial. La reprimenda del técnico, tras una jugada fallada a propósito por parte del protagonista, hará que nuestro pícaro se emplee a fondo para darle vuelta al insulto. Actitud que, por otro lado, las situaciones de la calle suelen requerir; ya que en ellas se recomienda siempre, el disponer del recurso más inmediato para salir lo mejor parado posible.
Sobre el final de la historia, podemos conocer cómo se descompone el pacto y la suerte del puntero izquierdo, no así la cama de hospital donde reposa. Esto lo sabemos desde el inicio del relato. Quién es el que nos cuenta la anécdota, lo tendremos que ir descubriendo línea a línea, pasando a través de ellas por giros y amagues, muy propios de un buen gambeteador. Sin embargo, el humor y la cualidad del acontecimiento nos inclinan a desearle al atacante montevideano, a pesar de sus pillerías, una pronta recuperación.
Escrito por Carlos Ríos
* Sinónimo de fútbol según el Diccionario Lunfardo.
* Relato de Rubem Fonseca, publicado en 1975 en el libro Feliz Año Nuevo. Distan dieciséis años entre este cuento y el de Benedetti, que apareció en Montevideanos en 1959.
* Que trabaja como mensajero y juega fútbol en su tiempo libre, un aspecto compartido con el protagonista de Puntero Izquierdo, aunque la información del hispanohablante puede estar plagada de falsedades.